Un acto de valentía que le 'regaló' vida a su compañera de clases

Karen, estudiante de Psicología en la Universidad Marista, vive con un órgano menos, pero se siente más completa

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Afirman que no hay una cultura de donación en vida por miedo y desinformación. (Archivo/Novedades Yucatán)
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Nalleli Calderón/Mérida
Miedo angustia, temor y desinformación, en fin son muchos los sentimientos que pueden surgir para evitar tomar fuertes decisiones, especialmente en casos de una donación en vida y más aún cuando no se es familiar, surgiendo simplemente por el hecho de un acto de valentía, de ayuda al necesitado.

Estudiante de Psicología en la Universidad Marista, Karen tomó hace dos años una decisión importante que le cambió la vida, y aunque hoy tiene un órgano menos, se siente más completa, ella decidió donar un riñón a una compañera de estudios que tenía muy pocas esperanzas, pero hoy al igual que ella está próxima a titularse.

Todo comenzó cuando Laura (nombre ficticio) comenzó a faltar a clases, con una frecuencia que llamaba la atención pues no era común que lo hiciera, estas ausencias y conociendo el futuro que les esperaba, la joven compartió con un grupo muy pequeño de amigos, en el que estaba Karen, la causa: estaba muy enferma, sus dos riñones estaban muy dañados y ya no cumplían su función, la diálisis solo prolongaría su situación, por lo que requería un trasplante pero estaba en lista de espera, porque en su familia por problemas de salud no podían donarle.

Tras esta fuerte revelación, surgió en Karen una inquietud, comenzó a pensar poniéndose en los zapatos de su amiga hasta hacerse una pregunta, por qué no podría hacerlo, ambas tenían el mismo tipo de sangre. Antes de tomar la decisión se puso a investigar, revisó infinidad de páginas web, averiguó sobre cuáles son los riesgos, las consecuencias y hasta leyó sobre testimonios de donantes en vida. Después de mucho analizarlo durante unas semanas hasta procesar la idea, ya segura de su decisión, le comentó a Laura que le donaría un riñón.

“Cuando se lo dije quedó en shock, como que no quería ilusionarse, que lo pensara, aunque estaba en un punto en que le urgía un riñón. Su familia no estaba en condiciones de ser donantes por motivos de salud, y cuando pidió hablar con su papá y mamá lo tomó más en serio. Obviamente se sorprendieron mucho, les ganó el sentimiento comentándole que no es común que en vida surja un donador”, recuerda.

En ese sentido, enfatiza que si de por sí no hay una cultura de donación, en vida mucho menos por miedo y desinformación.

“Si tú no vives en carne propia esta necesidad, no te lo cuestionas, no pones el tema en la mesa. Esto es algo que nadie te puede obligar a hacer, sino que te debe de nacer”, comenta.

Lo conveniente, sugiere, es informarse, llevar un acompañamiento psicológico, pues se quiera o no al quitar una parte de ti es una pérdida, y tiene que haber un duelo.

“Puedes tener toda la buena intención del mundo, pero si no llevas un acompañamiento psicológico, puedes sufrir depresión o algún desequilibrio emocional. Al hacerlo hay que estar cien por ciento segura. Si no se está, ser sincero y dar marcha atrás”, comenta.

En su caso, tanto ella como su amiga, llevó un acompañamiento psicológico, que surge de maestros de la misma universidad marista.

“Como estábamos en la misma carrera, ellos saben el proceso que lleva en lo emocional y mental. Nos acompañaron antes y después”, indica.

Admite que la parte más difícil, en su caso, fue la emocional porque, reitera, hay un duelo y la persona que necesita un órgano está viviendo un duelo a su manera porque sabe que si no lo recibe podría morir.

La que dona va a tener una pérdida, al desprenderse de algo de su cuerpo, y si no se sabe lidiar con eso, pueden ocurrir varias cosas que no esperas.

También expresa que está completamente a favor de la donación en muerte, y cree que es una cultura que debería de existir, pues a final de cuentas el cuerpo se va a descomponer, pero si tienes la oportunidad de salvar a otras personas, por qué, no hacerlo.

El 29 de julio se cumplirán dos años de la operación, practicada con éxito en el Hospital O’Horán y hoy en día ambas llevan una vida normal.

De hecho, recuerda que la recuperación fue como cualquier cirugía, nunca presentó complicaciones y comenta que no sabe si en parte se debió a la alimentación vegana que sigue, pues cuando vienes de una operación la dieta que dan es la que lleva.

“Las cicatrices son mínimas, y la recuperación es como cualquier otra después de una operación, evitando realizar actividades fuertes, como ir al gimnasio o tatuarse”, señala tras mencionar que actualmente lleva una vida normal, como antes.

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