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La Columna Viernes Cultural y El Transcriptor, vestidos de negro y saboreando sus negros espressos dobles, observan esta mañana el paso de los niños, llegan al Centenario, dan una vuelta en el ferrocarril, se toman una fotografía sentados en el León, corren y brincan, y luego van a la Plaza Grande, en donde sus padres les compran los deliciosos sorbetes en los “bajos del Novedades”. Son felices, como cualquier otro niño, pero estos son especiales, porque son los niños difuntos, y se les recuerda con grandes festividades.

Hoy se memorará a los fieles difuntos –los infieles permanecen en el olvido, acaso reposan para siempre en el infierno de los mayas, el Metnal-. Ellos y nosotros, afirman los queridos de los viernes, comeremos el Hanal Pixán –“el festín maya de los muertos”, como calificó una revista internacional de geografía-, los mucbipollos, el pib, y el atole de maíz, hasta hartarnos, empacharnos, y continuar el año que viene.

En la comida de las almas, los yucatecos no lloramos la partida de los seres queridos, sino que celebramos “sus vidas mediante ofrendas de comida regional –pibes, cochinita, relleno negro–, juegos de pelota, veladoras, altares y caminatas”. Se levantan altares de muertos con sus fotografías, flores, cigarros y bebidas alcohólicas, sin faltar su pib, veladoras, dulces, y otros objetos.

El Día de los Muertos fue distinguido por la Unesco en 2003 como “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”. La festividad fue considerada “una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país”.

El mexicano Día de los Muertos está vinculado a las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos. Estos últimos, según la iglesia de Roma, han “superado el purgatorio, se han santificado totalmente, han obtenido la visión beatífica y gozan de la vida eterna”. Los Fieles Difuntos, algunos, se encuentran aún en “estado de purificación en el Purgatorio”.

Hoy, asegura La Columna Viernes Cultural, debemos recordar, por ejemplo, a una mujer extraordinaria, a Chloe Ardelia Wofford, Toni Morrison, Premio Nobel de Literatura 1993, fallecida el pasado 5 de agosto.

Yo le dedicaré, dice El Transcriptor, a Aretha Franklin, en el primer aniversario de su fallecimiento, no un minuto de silencio, sino cientos de su música y canciones, y, por supuesto, canta: I say a little prayer for you, Forever, forever, you’ll stay in my heart, And I will love you…

Una gran fiesta anual, no cabe duda, concluyen los también próceres de los viernes. Luego los desterramos de la memoria, y esperamos, casi impacientemente, la vuelta del calendario para el venidero Día de los Muertos.

Así es la vida y así somos los humanos. Es sabio el refrán: “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”.

De nada… Saludos…

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