Sintió que le dieron un lengüetazo ‘demoniaco’, en Izamal

En lo que esperaba a que pasaran a buscarlo, Martín Burgos sintió que lo tocó lo que consideró una lengua, pero no había nada ni nadie cerca de él.

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Martín Burgos contó que se encontraba sentado en la escarpa cuando sintió que “algo” le lamió la mano. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE    
MÉRIDA, Yuc.- Hoy, en “Historias para no dormir”, presento el caso que me mandó Martín Burgos, del municipio de Izamal, quien platica una experiencia “traumatizante” que vivió hace unos años en la Ciudad de los Cerros y que a continuación transcribimos:

“Hola amigos de la sección Enigmas, espero un día puedan publicar mi carta sobre una historia real que me ocurrió en Izamal cuando tenía 19 años; actualmente tengo 28, soy casado, tengo dos hijos (de 9 y 8 años) y también son asiduos a los temas paranormales.

“Siempre leemos la sección Enigmas y fueron mis hijos quienes me animaron a platicar mi experiencia, la
cual me pasó en el monumento a Fray Diego de Landa, el cual se ubica, para los que no conocen Izamal, en el mero centro, a un costado del convento San Antonio de Padua.

“Lo que me ocurrió fue extraño, sorprendente y en lo personal me dejó en shock; resulta que en ese entonces yo jugaba en una liga de futbol amateur; un miércoles, cuando terminamos de entrenar un cuate me dio el aventón, pero me dejó en la plazoleta, junto al mencionado monumento, el cual es una glorieta; ahí me pasaría a buscar un primo que me llevaría a mi casa.

“Como estaba cansado, me senté en la escarpa de enfrente, me aparragué con mis manos hacia atrás, y de pronto, sentí cómo ‘algo’ me lamió mi mano derecha; por instinto de inmediato me incorporé pensando en que un perro se había acercado y no vi a nadie.

Nada ni nadie alrededor

“Miré por todos lados y no había nada ni nadie, revisé la escarpa y tampoco había ningún bicho, culebra o algo más, aunque sentí tan fuerte el lengüetazo que mínimo sería la lengua de un perro, ni siquiera de un gato y menos pudo haber sido un insecto.

“Contrariado, me quedé pensativo y recordé que hace años mis papás me habían contado que a veces el demonio se manifiesta de esa forma, y la verdad sentí mucho miedo pues, fuera lo que fuera, era invisible, ya que yo no veía nada.

“En ese momento llegó mi primo, me preguntó qué me pasaba ya que veía mi cara muy pálida, no le dije nada por temor a que se burlara de mí y no me creyera, por lo que me dio el aventón a mi casa, estuve callado todo el camino.

“Cuando llegué, se lo dije a mi hermano mayor, no sé si me creyó, pero me dijo que justo en ese sitio ya había escuchado dos veces que algo muy parecido ocurrió a otras personas, afirmaban que ahí se aparecía el diablo por las noches, pero bueno, lo que me pasó fue a las seis de la tarde más o menos, aún no empezaba a oscurecer.

“Con el paso de los años me casé, me fui a vivir a Mérida con mi familia y hasta hace poco un tío que todavía radica en Izamal me contó que él tuvo una experiencia idéntica a la que viví, pero él lo atribuye a almas en pena que deambulan en ese sitio, de hecho, lo relacionó con los monjes fantasmas que dicen que se aparecen por ahí.

“Pues esta fue mi historia de terror, créanme que hasta el día de hoy lo recuerdo y me erizo, espero puedan publicar mi carta y si a alguien le ha pasado algo similar sería bueno que también lo dé a conocer y ya ustedes hagan una investigación, como dato adicional comento que el lengüetazo que sentí en mi mano estaba a temperatura normal, casi un poquito caliente, no estaba frío por eso descartaría que se tratase de un ánima, pues dicen que esos son de temperatura muy fría”, finalizó.

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