Fantasma en procesión de la Virgen de Izamal

La tía Adela, muerta cuatro años atrás, acompaña a su sobrina en el trayecto hasta las puertas de la iglesia.

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El imponente convento de San Antonio de Padua en Izamal, donde se venera a la Virgen de la Concepción. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Todos los viernes presento relatos paranormales que nos manda el público; hoy, con el permiso de todos ustedes voy a compartir una experiencia que tuvo mi madre Elsa González de Moreno (qepd) y que me platicó hace varios años.

Mi madre nació y vivió parte de su infancia en Izamal, al cumplir 8 años de edad se fue a radicar a Mérida, donde se casó. Nunca más regresó a vivir a la Ciudad de los Cerros, eso sí, casi cada año trataba de ir a la procesión en honor a la Virgen de la Concepción y aprovechaba para visitar a su tía Adela, a quien le tenía un cariño muy especial, debido a que ésta la cuidó por muchos años y le enseñó muchas cosas, era como su segunda madre.

Con el paso de los años se frecuentaron cada vez menos, pero cuando se veían, salía a relucir el enorme cariño que se tenían; recuerdo vagamente que en ocasiones la tía Adela (como le decíamos también) se quedaba varios días en nuestra casa de Mérida.

Cuando yo cumplí los siete años de edad, la tía Adela falleció; murió de tétanos debido a que accidentalmente se lastimó un pie, con un block de concreto, y no acudió al doctor; ella no estaba vacunada contra esa enfermedad y, por desgracia, cuando la hospitalizaron ya no se pudo hacer nada.

Sobra decir que mi mamá lloró mucho la muerte de nuestra tía Adela, estuvo por meses muy triste y nunca faltó en mi casa un altar en su honor en los días de fieles difuntos.

Desde joven, mi mamá cada año hacía todo lo posible por ir a la procesión en honor de la Virgen de la Concepción, patrona de Izamal, que se realiza cada 8 de diciembre, a la que miles de personas, tanto de esa ciudad como de lugares cercanos y no tanto, acuden como muestra de fe y a dar gracias por los milagros que, aseguran, les concede.

Última procesión

Pues bien, cuatro años después de la muerte de la tía Adela, mi mamá decidió ir a la procesión de la Virgen y cuando estaba por empezar el recorrido, recuerda que una señora con hipil y rebozo se le acercó y le dijo “hola niña, ya va a empezar la procesión”, y acto seguido empezaron a caminar juntas entre toda la muchedumbre por varias cuadras.

Mi madre me comentaba que de cuando en cuando la señora le hacía breves comentarios durante la caminata y ella le respondía de forma amable.

Sin embargo, cuando la procesión llegó al convento San Antonio de Padua y se disponían a entrar al atrio, la señora le dijo: “bueno niña, me despido, yo hasta aquí llego, ya me voy”, situación que se le hizo extraña a mi madre, pues todos los que acuden a las peregrinaciones entran a la iglesia a escuchar misa.

Mi madre ingresó al templo sin darle importancia a lo ocurrido. Con el paso de los días, empezó a pensar en eso y, sobre todo, en algo en lo que no se había dado cuenta al momento, quizá por estar concentrada en la peregrinación, en el gran parecido físico de esa señora con su tía Adela, en su vestimenta (nuestra tía siempre andaba con hipil y rebozo de color café) y que la señora le había dicho su nombre durante la procesión: se llamaba ¡Adela!

Mi mamá pensaba que en realidad fue el espíritu de su querida tía que la acompañó esa tarde de 1988, ya que en una ocasión le platicaron que ciertas almas, cuando vienen a despedirse de alguien, no pueden entrar a las iglesias y quizá por ese motivo, justo en la entrada del convento, ella se despidió. En vida realizaron juntas, en muchas ocasiones, la tradicional procesión anual. Quizá nuestra tía Adela quiso acompañar a su sobrina por última vez.

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