'Mi primera gran borrachera fue a los nueve años'

La historia de J.G. retrata el infierno que puede provocar consumir bebidas alcohólicas a temprana edad.

|
(Imagen ilustrativa: Archivo Milenio Novedades)
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

MÉRIDA, Yuc.- “Crecí en una familia humilde, mis padres eran personas trabajadoras, al extremo de no descansar ningún día del mes. Siempre los fines de semana, a la hora de almuerzo, había en la mesa alguna bebida alcohólica para acompañar la ocasión. Siempre hubo un vaso en miniatura de lo que se estaba bebiendo y ese era para mí”, expresó J.G., alcohólico en recuperación, quien compartió su testimonio de vida.

“Mi primera gran borrachera fue a los nueve años. Me tomé la cuarta parte de la botella de licor, y a pesar de los efectos negativos que padecí al día siguiente, me encantó la sensación de libertad y desinhibición que en ese lapso viví”, relató mientras su mirada se clavaba en el piso.

Y prosiguió: “En casi toda mi etapa estudiantil, salvo los dos primeros años, acompañé mi vida con alcohol. Mi rendimiento era aceptable. A pesar de no estudiar para los exámenes y asistir a ellos en ocasiones ebrio, regresaba con buenas calificaciones, así que encontré que todo estaba dentro de la normalidad”.

Cuando comenzó su etapa laboral, ya era padre de una niña, por lo que pensó que esa responsabilidad le cambiaría la vida, especialmente en lo que al alcohol se refiere.

“Pero no fue así, a medida que progresaba en logros económicos también lo hacía en la parte alcohólica. Y sin darme cuenta mi esposa, por acompañarme y participar de los tragos, también se convirtió en alcohólica”, explicó con cierta amargura.

Infierno familiar 

En esa etapa, recordó, ya era padre de tres hijos y su condición alcohólica era muy notoria. Pero no fue todo, agregó al alcohol una segunda adicción y la mezcla fue letal: “mis episodios de delirium tremens (forma grave de la abstinencia alcohólica que involucra cambios repentinos e intensos del sistema nervioso o mentales) me tenían al borde de la locura, escuchaba voces dándome órdenes, tenía alucinaciones, mi estado era desesperante. Recuerdo que más de una vez me encontré llorando a solas y culpando a Dios por lo que estaba viviendo”.

El entrevistado hizo una pausa y reflexionó: “Siempre le pedí al Creador, a pesar de mi incredulidad en él, que me concediera favores y todos estos apuntaban a seguir bebiendo de una forma segura en la parte económica y que todos mis problemas desaparecieran sin que yo me esforzara en lo más mínimo”.

J. G. siempre fue un buen comerciante, sabía negociar y exigir. “Hoy puedo decir que después de 16 años en Alcohólicos Anónimos veo con alegría y fe en el Poder Superior que sólo me entregó lo que necesitaba. A través de mi experiencia alcohólica me dio las herramientas para dar este gigantesco paso, salvar mi vida y compartirla en comunidad y familia”.

Ahora lee: Empleado 'se baja los pantalones' frente al Palacio de Gobierno

Lo más leído

skeleton





skeleton