Historia: Apenas tiene 10 años y ya carga con jeringa en la mochila

La familia Burgos Tzuc comparte la lucha de su pequeño hijo contra la diabetes tipo 1, conocida también como diabetes infantil .

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Diego de 10 años con diabetes tipo 1. (Milenio Novedades)
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Coral Díaz/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- La Navidad se acerca… y la familia Burgos Tzuc recuerda el 18 de diciembre de 2009 cuando su hijo Diego, el más pequeño de dos, se encontraba en una cama de hospital y el diagnóstico, en voz del doctor: diabetes tipo 1.

De la voz de Lucy, madre de Diego, surge la historia de este capítulo, que asegura fue inesperado y difícil, porque no sabían a lo que se enfrentaban.

Sentados en el sillón de su casa, Lucy y Julio abrazan a Diego y destacan la lucha diaria que es para todos, incluido su hijo Víctor, el mayor: aprender algo más acerca de esta “deficiencia del organismo”, porque señalan que no es una enfermedad, sino una falla que se puede manejar con un buen control.

Diego escucha atento y sonríe mientras su mamá platica cómo se le tiene que inyectar dos veces al día la insulina.

“Me la pongo en el brazo, en la panza y en la cadera, y me duele a veces”, interrumpe el pequeño.

Entonces enseña su glucómetro y demás equipo de monitoreo para saber cómo se encuentra su glucosa, y Lucy señala: “Le pido que se cheque cuando llega de la escuela, porque una que otra vez me hace chafa”.

Diego tiene 10 años, y a pesar de entender que tiene diabetes, a veces no puede resistirse a lo que para sus compañeros de la escuela es normal: comer, pero su valentía lo ha llevado a enfrentar a su enemigos, las calorías, los carbohidratos y que sus niveles de insulina se mantengan, porque no quiere volver a pisar el hospital.

“Nunca pensamos que fuera diabetes, incluso lo confundieron con depresión, ya que dejó de comer, no quería nada; de repente sólo líquidos tomaba y orinaba mucho, hasta que acabó en el hospital; desde entonces no ha regresado (al nosocomio) y es un buen niño, que poco a poco comprende mejor lo que tiene”, manifiesta su mamá.

Antes de llegar a esta etapa de comprensión, la familia atravesó un trance que los sumía en la desesperación por no tener información y caer a veces en comentarios negativos acerca de la diabetes.

Pero conoció a Claudia Durán, quien pasó por una situación similar y ahora es presidenta de la Federación Mexicana de Diabetes, y junto con un grupo de padres de niños con ese mal día a día aprenden más acerca de esta deficiencia para brindar mejor calidad de vida a sus hijos.

Julio, padre de Diego, agradece que haya quien los ayude y les brinde atención psicológica y de nutrición, que los apoyen con las jeringas y lancetas, porque a veces el dinero no alcanza.

Dijo que el esfuerzo los hace más fuertes para que cada día Diego afronte su diabetes, crezca, estudie y tenga una familia.

“Estoy bien, voy a la escuela, juego y puedo comer todo, pero con control... la diabetes sólo es parte de mi vida”, dice el pequeño.

Así, esta familia abrió las puertas de su hogar para que la gente conozca su historia y sepan que la diabetes es responsabilidad de todos los miembros de la casa, y que no se acaba del mundo, empieza uno nuevo, con mucho aprendizaje. 

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