Historia: 'Atada' a los medicamentos, casi pierde un pie

Tras haber sufrido diversos trastornos, como el síndrome doloroso regional, Julia está en proceso de volver a caminar.

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Aunque el tratamiento tardó dos años, Julieta salvó la extremidad inferior que estaba muy dañada. (José Acosta/SIPSE)
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Coral Díaz/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Julieta tiene 57 años, es ama de casa y padece diabetes desde hace varios años; también es hipotiroidea y sufre trastornos en otras zonas, por lo que su vida gira en torno a un control con base en medicamentos orales y una buena alimentación para evitar complicaciones.

A mediados de 2011 sufrió una fractura en la base del quinto metatarsiano, el hueso largo en la parte exterior del pie que se conecta con el dedo meñique.

Tras su fractura, el tratamiento consistió en colocarle yeso, el cual por dos meses le impidió hacer su actividad diaria. Además, por su condición de salud, ya que tenía neuropatía diabética, le causó otros trastornos, como el síndrome doloroso regional.

El médico decidió quitarle el yeso porque el hueso ya había pegado; pero pasaron los días y Julieta continuaba con hinchazón en la extremidad. Acudió entonces con un especialista vascular, que detectó insuficiencia venosa y le dio tratamiento.

El panorama era esperanzador, pero esta mujer nunca imaginó que llegaría a su vida un diagnóstico diferente, del que no sabía que existía, y por el cual podía perder el pie…

Las corticales (relativo a la corteza de los huesos) empezaron a cambiar, la coloración homogénea que se percibía firme pasó a un estado blancuzco, lo que significaba que se reabsorbía la estructura ósea.

Al volverse las corticales delgadas provoca que se “deshagan” los huesos, le explicaron.

Su lesión fue en mayo, y para diciembre su pie estaba deformado. Afortunadamente, el médico vascular que la trató tenía referencia de la artropatía de Charcot, y se dio cuenta que el problema no era vascular, por lo que al tomar las radiografías no había dudas, el diagnóstico era evidente.

Julieta fue referida con la doctora Itzel Caldiño Lozada, quien tenía poco tiempo de haber llegado a Mérida y traía sus técnicas para el tratamiento de esta enfermedad al Hospital de Ortopedia de la Cruz Roja Mexicana Yucatán.

Cuando llegó al consultorio el pie estaba hinchado y sus huesos deshechos, de hecho la afectación ya había empezado a abarcar la tibia y peroné, pero aceptó el reto, el cual no era fácil, al menos dos años en tratamiento antes de que le realizaran la cirugía, con la esperanza de que volviera a caminar, porque su vida ya estaba condicionada a una silla de ruedas.

Durante el tratamiento se fue dando forma al pie con el yeso. Al final del proceso, a través de pequeñas incisiones, se alineó su extremidad y se evitó la amputación, y ni si quiera tuvo heridas grandes, las cicatrices se desvanecieron y ahora está dando sus primeros pasos, con ayuda de una andadera, y pronto lo hará por sí sola, hasta tacones bajos ya se pone, después de mucho tiempo.

Este logro genera que la doctora Caldiño continúe en Mérida con su labor, aun cuando, a pesar del esfuerzo y por falta de recursos, algunos pacientes no puedan hacerse la cirugía.

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