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Por Juan Ocio 

Alejandro Magno fue el gran conquistador de la antigüedad. Sus campañas militares son legendarias y admirables sus logros militares. De Alejandro, el historiador Arriano (siglo II aC) aseguraba: “No se habría contentado con ninguna de sus conquistas… Siempre hubiera ido más allá en busca de lo desconocido y si no hubiera existido ningún otro competidor hubiese competido consigo mismo”. Retrato más exacto no pudo haberse hecho.

Entre sus muchas célebres conquistas, una hay que es motivo de admiración aun hoy en día, por la estrategia empleada tanto del lado de Alejandro -historiadores hay que, sin restar mérito al gran conquistador, señalan que el logro debe atribuirse en mayor medida a sus ingenieros de combate- como de los defensores de la ciudad-isla de Tiro (en lo que hoy es Líbano), que tras siete meses de asedio se rindió.

Este hombre inteligente, observador y audaz tuvo un caballo llamado Bucéfalo (cara de buey, porque sus facciones semejaban a las de un bovino) que fue su acompañante en muchas campañas militares. La historia de Bucéfalo es tan interesante como la de su amo, a tal grado que a éste en muchas estatuas se le mira a lomos del equino.

Plutarco cuenta que al padre de Alejandro, el rey Filipo II de Macedonia, le fue regalado un caballo de hermosas y poderosas formas y no muy grande alzada, pero que tenía un defecto: nadie, ni los más expertos domadores de la época habían podido amansarlo.

Alejandro, que entonces tenía 13 años, pidió permiso a su padre para que le permitiera ser quien lo domara. El jovencísimo príncipe había notado que el animal tenía miedo a su sombra y cuando alguien lo montaba de cara al sol enfurecido se revolvía hasta derribarlo. Hizo entonces algo sencillo: puso al corcel de modo que no viera su sombra reflejada en el piso y de un salto lo montó. Desde entonces fue su caballo preferido y lo llamó Bucéfao. Era un caballo al parecer de alguna raza oriental (probablemente árabe) y negro azabache.

Tras el asesinato de Filipo II por Pausanias, Alejandro, de 20 años, ascendió al trono de Macedonia, que ya no era un reino de segunda, como lo consideraban los griegos, sino una poderosa nación, con un ejército experimentado y de primera en el que sobresalían la caballería y la falange y que no solo formaba parte de la Hélade, sino que dominaba Grecia.

Alejandro y Bucéfalo fueron inseparables hasta la muerte del animal en la batalla de Hidaspes, librada por el ejército macedonio en 326 aC contra las tropas del rey indio Poros.

Fue tal el dolor del gran conquistador por la muerte de su amado caballo, que dispuso en su honor la fundación de una ciudad, Alejandría Bucefalia, cuya ubicación exacta es todavía motivo de conjeturas, aunque todo parece indicar que estuvo cerca de la tumba del corcel, a las orillas del río Hidaspes y frente a lo que es el pueblo de Jhelum, en la provincia del Panyab, en lo que hoy es Pakistán.

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