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Todos los pueblos tienen historias que se socializan y se convierten en hechos que norman el proceder de las personas en su entorno; el quebrantamiento de dichas normas lleva a un fin catastrófico al transgresor. Esto lo comento a partir de las narraciones de don Tono, un agricultor con mucha experiencia y respeto a la naturaleza y las costumbres ancestrales de su pueblo.

Don Tono nos relata que un día, en la unidad agrícola en la que laboraban, dos muchachos, hermanos a los que el padre les encargó cavar para construir un canal de riego trabajaban arduamente excavando el sitio por el que correría el agua para extender el riego hacia los cultivos. Era tarde y había que acelerar el trabajo con el pico para remover la tierra y retirar las piedras; en una de esas el pico del hermano menor impacta una piedra y, al removerla y limpiarla, aparece una escultura de piedra caliza que representaba a un personaje maya.

En medio de la prisa por concluir, el hermano mayor dice: “Es un alux, entiérralo nuevamente y déjalo allí”.

Pasan los días y el hermano menor se enfermó, le comenzaron las calenturas y de repente cambió su comportamiento al grado que le daban ataques de locura: se desnudaba y se ponía a dar vueltas como loco por su casa. Tras esos episodios de enajenación, al día siguiente aparentemente el muchacho estaba bien, pero luego volvía a enloquecer, se desnudaba y se ponía otra vez a correr como loco en su casa.

La familia, muy preocupada por lo que le sucedía, decidió llevar al muchacho a consultar con un j’men.

El j’men explicó que el muchacho había tenido una experiencia con un alux –como en verdad había ocurrido- y que la única manera de curarlo era llevar el duende para que el anciano hiciera las invocaciones y así sacarle los males al joven.

El muchacho tuvo que confesar que el día en que halló el alux desobedeció al hermano y regresó a la parcela, extrajo la efigie de donde la había enterrado, volvió al pueblo y entró a la cantina a tomar unos tragos y allí vendió la figurilla de piedra.
Por ese motivo, no había manera de llevar el alux ante el j’men, porque aquél no recordaba a quién se lo había vendido.

Por más que hizo la familia, no recuperó el alux y un día el muchacho nuevamente se desnudó, subió al techo de su casa y se puso a correr y luego se ahorcó en una mata del patio.

Don Tono explica que los aluxes y otras figuras de deidades de los antiguos mayas son cosas trabajadas que al sacarlas de su lugar pueden hacer caer sobre alguna persona muchos males, ya que son ofrendas que se entierran con rituales y que de ese modo se entregan a la tierra y al extraerlas la maldición le cae al que las saca.

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