“Un Pastor para un gran rebaño”

Jesús ha tomado sobre sí las culpas y pecados de todos y los ha destruido.

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Hoy es el cuarto Domingo de Pascua. Imagen de contexto (SIPSE.com)
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Lecturas de hoy: Hech. 2, 14. 36-41; Sal 22; 1 Pe 2, 20-25; Jn 10, 1-10

I.- Hech. 2, 14. 36-41

Leemos las últimas palabras del discurso de San Pedro en Pentecostés, luego el diálogo con la multitud, y finalmente el número creciente de convertidos.

a) Conclusión del discurso de San Pedro (Hech 2, 14-36):

En la fiesta de Pentecostés, el carácter apostólico colegial del discurso y la importancia de las palabras pronunciadas. Concluyen el discurso en el cual se ha proclamado la Resurrección de Cristo. Pedro indica los dos títulos que Dios mismo atribuye a aquel que murió crucificado “El Señor, y Cristo” lo entronizó como “El Señor y Cristo”.

Al proclamar esta culminación del designio de Dios la predicación apostólica llega a su vértice, ofreciendo el tema de la fe, Jesús es El Cristo, el Mesías y Rey profetizado en las Escrituras. La predicación apostólica proclama que Jesús es El Cristo y El Señor para que todos crean en Él y mediante la fe en Él se salven.

b) Diálogo entre Pedro y la multitud (Act 2, 37-40):

Los oyentes impresionados por la predicación del apóstol se arrepienten y le preguntan qué deberán hacer. La respuesta de Pedro contiene un compendio de la vida cristiana. Arrepentimiento, bautismo, remisión de los pecados, don del Espíritu Santo. Con la invitación a arrepentirse concluye cada uno de los discursos apostólicos.

El arrepentimiento -“metanoia”- cambio de sentimientos comporta una renuncia al pecado, una tristeza al mal realizado en el pasado, y la conversión por medio de la cual se hace una constante referencia a Jesucristo, en el compromiso de seguirlo a Él, modelo, nuestro y ejemplo en una vida nueva.

La exhortación a la conversión ha sido propia de los profetas, luego en Jesús y ahora en la predicación apostólica. En una búsqueda que debe ser cada vez más intensa de la voluntad de Dios. El Bautismo, es dado en nombre de Cristo, y es profesión de fe en el nombre de Jesucristo por parte de aquellos que han creído en Él, son bautizados, invocan su nombre y son poseídos por Cristo.

El don del Espíritu Santo caracteriza el Bautismo cristiano a diferencia del bautismo de San Juan. Y este compendio de la fe cristiana se les ofrece lo mismo a los judíos que a los paganos según el esquema de la misión de los apóstoles.

c) Grande número de conversiones (Hech 2,41):

Es el primer grande inicio y fruto de la predicación apostólica. San Lucas da testimonio del crecimiento numérico de la comunidad. Se basa en la adhesión por la fe, a la Palabra de los Apóstoles que contiene el mensaje de la Resurrección de Jesús, y la aceptación del sacramento del bautismo.

II.- 1Pe 2,20-25

La exhortación inicial está en torno al sufrimiento del inocente, basándose en el ejemplo de Cristo y en el que se hace referencia al 4º. Canto del Siervo de Yahvé de Isaías, Jesús que sufre inocente y sin culpa alguna, no sólo es el ejemplo sino el fundamento y la motivación para el cristiano cuando este se encuentra en tribulación.

El autor evoca la pasión y la muerte de Cristo tanto en su valor de Redención como en su valor de ejemplo. Jesús ha tomado sobre sí las culpas y pecados de todos y en un sacrificio libre y voluntario, hizo la expiación y los ha destruido. Se ofrece así la respuesta válida al problema del sufrimiento de los inocentes que no han cometido pecado; y esa respuesta está en la contemplación de Cristo, la inocencia misma que se hizo carne, y que pasa por sí mismo y a través de todos nosotros por medio de la tribulación a la muerte y llega así a la vida y al gozo.

La frase final de la lectura presenta a Jesús pastor de las almas al cual se refieren, orientan para apartarse de los caminos equivocados.“La paciencia cristiana es la única manera de resistir a la injusticia sin desesperación suicida y sin traiciones cobardes a la justicia”. (P. M. Ceballos)

III.- Jn 1, 1-10

Hoy una vez más se escuchará en todas nuestras Iglesias el canto de una de las composiciones más conocidas del Salterio: “El Señor es mi Pastor, nada me faltará...”El simbolismo del Pastor permea toda la Liturgia, y es un término muy rico de resonancias que a nosotros ciudadanos nos puede pasar desapercibidos.

El pastor en el Antiguo Testamento no sólo era el que cuidaba y guiaba el rebaño, sino uno que lo acompañaba de manera total, dispuesto a compartir con sus ovejas, sed, sol, viento, polvo y frío.En torno a esta rica figura, Jesús narra una parábola a la que tan sólo San Juan hace referencia. Y que trata de hacer comprender la diferencia entre un pastor y un asalariado. Además, una de las puertas del templo en Jerusalén, se llamaba: “la puerta de las ovejas”.

Quizá Jesús mismo mientras daba la enseñanza estaba viendo cómo los judíos devotos entraban por ella al templo para encontrarse con el Pastor Supremo, El Señor, en el culto. Por ello agrega Jesús: “Yo soy la puerta de las ovejas”; es decir yo soy eterno; yo soy “El Pastor”, yo soy “El Señor”.La expresión “Yo soy” tiene un valor muy especial y evoca de manera peculiar aquella profunda y solemne definición que Dios da a Moisés en la zarza ardiendo:“Yo soy el que soy”

Esta página de san Juan es por tanto un himno a la Divinidad de Cristo.Su acción en relación con sus fieles es tejida a través de varios verbos “pastoriles” muy significativos.“Entra por la puerta”, ya de por sí es ingresar a la intimidad inmediata.Con una llamada personal “uno por uno”; y para cada uno tiene un mensaje personal específico, que crea así un diálogo de palabra-escucha “conocen mi voz”.

Concluimos con la hermosa oración colecta del día de hoy: Dios omnipotente y misericordioso, guíanos a la felicidad eterna de tu Reino, a fin de que el pequeño rebaño de tu Hijo pueda llegar seguro a donde ya está su Pastor, resucitado, que vive y reina…

Amén.
Mérida, Yucatán, Mayo 7 de 2017

+ Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo Emérito de Yucatán

 

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