|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

El embarque para el penal de Islas Marías se iniciaba en nuestro barco la mañana del miércoles. Era un día extenuante, sobre todo para los marineros de cubierta, se cargaban unas 150 toneladas entre víveres y materiales. Por la noche comenzaba el abordaje de los visitantes al penal. A veces, Gobernación autorizaba que un grupo de mujeres pasara una semana con los presos solteros, algo así como la novela “Pantaleón y las visitadoras” de Vargas Llosa. Y no pocas veces alguna de ellas pernoctaba durante la travesía en el camarote de algún oficial.

En una ocasión, mientras nuestro barco comenzaba la maniobra de atraque en el pequeño muelle de Puerto Balleto, en la isla Madre donde estaba el complejo penitenciario, escuchamos las notas que desgranaba un conjunto musical: “Fue en un cafeeé/ donde yo la dejé/ fue en un cafeeé/ donde la vi llorar...”, una canción de los Apson, un grupo de rock de los años 60, que entonaba un grupo musical integrado por “colonos”. También había grupo norteño.

En el muelle recibía los cabos de nuestro buque “Pancho Valentino” (José Valentín Vázquez Manrique, su nombre real), un ex luchador que en 1957 asesinó a un sacerdote que le encontró robando en una iglesia de la Ciudad de México. Pancho, un hombretón rollizo y de voz ronca (falleció ahí en 1977 de un ataque de epilepsia), se paraba con las manos y saludaba desde el muelle donde un grupo de reos formados en dos filas estaban listos para la descarga.

No conocí al famoso “padre Trampitas” (Juan Manuel Martínez Macías), que llegó voluntariamente a Islas Marías para predicar entre los presos y del cual se contaban varias anécdotas. Sí recuerdo a un chiapaneco bajito, sonriente, que se lanzaba al mar y en minutos sacaba un par de langostas que nos ofrecía a cambio de revistas y novelas de vaqueros; por su aspecto amigable e inofensivo, nadie imaginaba que hizo “picadillo” con un machete a su rival de amores, según contaban.

Por la tarde, con la recomendación de no trabar amistad con los colonos, a la tripulación se nos permitía bajar a tierra y participar en las actividades en el parque, donde había partidos de basquetbol o se proyectaba alguna película. También vendían antojitos y el refresco “Tres Marías” que se embotellaba en el penal.

De esos viajes a “Marías” conservo, además de estos recuerdos, un dominó de madera con caja en forma de libro, con mi nombre junto a una palmera grabados en pirografía, una de las muchas artesanías que hacían los colonos, obsequio de un amigo comandante de Infantería que estuvo al mando de la vigilancia en la isla en los años 80.

Así era ese pueblecito-penal en la década de los 70, donde las familias (niños incluidos) convivían con ladrones, narcotraficantes y asesinos, pero había tranquilidad, nunca supimos de problemas de indisciplina o motines. De hecho, desde finales de 1980 este archipiélago era ejemplo para la readaptación social de los delincuentes. Se decía que la seguridad de la isla eran los tiburones… y el mar.

Anexo “1”

 Acerca del penal...

El 12 de mayo de 1905 fue constituido Islas Marías como colonia penal bajo el régimen del presidente Porfirio Díaz. En la Isla Madre, la principal, es donde se encuentran los prisioneros distribuidos en campamentos.

En el año 2010 fueron declaradas por la UNESCO como Reserva de la biosfera.

La belleza natural del archipiélago es inigualable. Sus playas vírgenes y limpias atraen a cualquiera por la intensidad y uniformidad de sus olas

A la fecha, poco más de 600 presos se encuentran en el penal; unos 200 serán liberados y los demás distribuidos en otros penales federales, cerca de sus lugares de residencia.

Dato curioso: En 1879 las islas Marías fueron vendidas a Don Manuel Carpena, vecino de Tepic, Nayarit, por 45 mil pesos. Él y su familia explotaron las islas, principalmente las salinas. A la muerte de Don Manuel, su viuda Gila Azcona de Carpena las vendió en 1905 al gobierno federal.

Lo más leído

skeleton





skeleton