La aparición fantasmal en parque de Valladolid

Miguel Ángel Chacón tomó a broma encontrarse con una persona que le habían dicho estaba muerta.

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Vaya susto el que se llevó nuestro entrevistado al percatarse que el señor que vio sentado en el parque ya había fallecido. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Hoy, como cada viernes, toca turno a los lectores hablar de sus vivencias de espanto y de terror. En esta ocasión presentaré un interesante relato que vivió en carne propia el señor Miguel Ángel Chacón May, oriundo de la ciudad de Valladolid y a quien tengo el gusto de conocer desde hace varios años.

Cuando una persona fallece, en ocasiones se puede manifestar para despedirse, no sólo de sus familiares y amigos, también de personas que tengan la sensibilidad de percibirlo.

Precisamente, esto es lo que le ocurrió a nuestro entrevistado, quien cuenta que en el año 2002, cuando era un adolecente, tenía la costumbre de ir casi todos los días a un cíber cercano a su casa, luego de salir de su trabajo y se retiraba a altas horas de la noche.

“En una ocasión fui a visitar a mi abuela y me dijo que recién había fallecido un vecino que vivía en la esquina. Sólo lo conocía de vista y no le di mucha importancia, pero tres días después, cuando me quitaba del cíber, eran casi las dos de la madrugada y pasé frente a la casa de ese señor, la cual se ubicaba frente al parque y era mi paso obligado para dirigirme a mi domicilio, de pronto lo vi sentado en una banca, con su ropa de costumbre”.

“Conforme me fui acercando confirmé que se trataba de esta persona y que no me había confundido, pero lo tomé como broma, es decir, pensé que mi abuela era la que se había confundido y ya había matado al señor que en realidad estaba 'vivito y coleando', seguí observándolo hasta que él también me miró y por pena bajé la mirada”.

“Al día siguiente desperté con un fuerte dolor de cabeza y lo sucedido la noche anterior lo había olvidado, parecía como si me hubieran borrado ese recuerdo de la mente. Lo recordé de nuevo como seis días después. Quería asustar a mi novia, considerándolo una broma y el asustado fui yo cuando ella me confirmó que, efectivamente, ese señor había fallecido antes que yo lo viera en el parque”.

“Les juro que me quedé tan impactado que empecé a sudar frío y me daba más miedo por una vieja creencia que me habían enseñado (que cuando veías a un aparecido y lo contabas te morías), por esa razón no le comenté a nadie hasta que no aguanté más y se lo conté a mi mamá y me dijo que no había tanto problema, que mientras no hablara con esa persona no pasaba nada. Gracias a Dios estoy aquí, vivo, para contarles esta anécdota que quiero compartir con ustedes”, dijo.

Jauría del terror

Pero eso no ha sido todo lo que le ha ocurrido a Miguel, también recuerda con cierto miedo la experiencia que vivió por esas mismas fechas y la forma en que se salvó:

“Una noche me encontraba cerca del panteón. Eran como las 11 y de pronto, al dar vuelta a la esquina con mi bicicleta, vi un grupo como de 50 perros, sin exagerar. Di la vuelta y salí despavorido de allí, pensando que sólo era perros normales, pero mayor fue mi sorpresa cuando, al voltear, vi que detrás de mí venían dos enormes canes que, te juro, medían casi 1.50 metros de altura, con enormes colmillos y mirada diabólica.

"Sin más, aceleré en mi bici, pero por más que pedaleaba sentía que estaban más cerca de mis pies, hasta que ya no pude y subí mis pies por delante. Resignándome a que era mi fin, en unos segundos pasaron mil ideas en mi cabeza, de mi final, mientras me dejaba llevar por la inercia de mi fiel bicicleta.

“Cuando la bici empezó a detenerse mi desesperación fue mayor, pero, con sorpresa, vi también que los perros se detuvieron y sin darme cuenta estaba frente al cementerio, y más adelante empezaban las casas -creo que por eso se detuvieron y fue mi salvación-. Le doy muchas gracias a Dios por mantenerme con vida y poder contarles estas anécdotas”, finalizó. 

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