|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Son pocas las personas que, después de estar cerca de la muerte, continúan llevando el mismo tipo de existencia que tenían anteriormente; parece que el estar próximo el fin de esta fiesta a la que llamamos vida de alguna manera afecta nuestra percepción de la misma; aquello que teníamos tan estable y seguro parece ya no serlo tanto y así de improviso caemos en la cuenta de que esto que hoy tenemos algún día se acabará; sea en poco o mucho tiempo, de todas maneras tendrá un fin. Ante esta realidad muchos de nosotros terminamos cavilando sobre lo que hemos hecho hasta ahora, aunque más importante aún es el pensar qué vamos a hacer con el tiempo que nos queda entre las manos.

A todos estos momentos los llamaba mi muy querido José Luís Martín Descalzo “La brisa del cementerio”, como un recordatorio de que ineludiblemente tendremos un fin; interesante momento de reflexión para considerar qué es lo que todavía podemos hacer con esta vida que tenemos, tal vez podamos dedicarnos a reclamarnos todos aquellos errores pasados, situación por demás inútil, ya que nada podremos remediar de lo ya hecho, pero seguramente podemos apreciar nuestro presente como único y esforzarnos por que sea más agradable vivirlo, sin ser mala idea que el vivirlo también fuera agradable para quienes nos rodean.

La enfermedad es algo muy difícil de llevar, porque, además del dolor físico o el sufrimiento que entraña, nos hace evidente nuestra muerte futura, cosa de la que nadie disfruta, pero esta misma enfermedad nos permite aquilatar con precisión no solamente lo maravilloso de la vida, sino que nos hace, por lo menos momentáneamente, más sensibles al dolor y sufrimiento ajenos.

Lo importante en todo caso no es la enfermedad en sí o los sentimientos que en nosotros despierte, sino lo que estemos dispuestos a hacer a partir de esta experiencia. Ya varios años han pasado desde que una enfermera australiana, dedicada a la atención de enfermos terminales, tuvo la osadía de entrevistarlos para conocer sus percepciones al encontrarse a las puertas de la muerte; la generalidad aseguró que lo que les había permitido una vida feliz era la calidad de las relaciones que habían tenido a lo largo de su vida.

Sin afán de idealizar el sufrimiento de la enfermedad, es una buena oportunidad que por desgracia se nos presenta a todos para reflexionar sobre nuestra vida y nuestras relaciones; es un momento que nos permite acercarnos al sufrimiento ajeno y preguntarnos sobre el derrotero que está siguiendo nuestra existencia y entender si estamos viviendo nuestra vida como en realidad esperábamos vivirla.

La brisa del cementerio nos enfrenta a nuestra mortalidad, y nos puede impulsar a disfrutar de todos y cada uno de los momentos de nuestra vida.

Lo más leído

skeleton





skeleton