Marzo, mes de la mujer, muerte y mártir
Aída López: Marzo, mes de la mujer, muerte y mártir
Entre discusiones de uno y otro bando -o banda-, nos encontramos en el Mes de la Mujer cada vez más temido, porque se remueven antañas deudas entre géneros y planetas -Venus y Marte-, que no terminan de estar alineados y quizá nunca lo estén, ya que cada uno tiene su órbita, vaya la analogía entre la mujer y el hombre.
Entre las luchas enfrascadas de banqueta, se libran opiniones donde cada parte tiene su razón y su verdad. Lo cierto es que marzo se ha convertido cada vez más truculento. Al día siguiente de la marcha, en un centro comercial, hablaban dos señoras con voz suficientemente recia para escucharlas a un metro de distancia, una estaba de acuerdo con las pintas a edificios y monumentos emblemáticos y la otra, en contra de quien defendía la causa.
La primera argumentaba que rayar paredes no era la única forma de hacerse notar, que más bien era la única de la que se habían querido enterar ya que, caminar en contingentes, en silencio y vestidas de blanco, no había dado resultados, cuando menos las pintas harían que por más tiempo, gobernantes y sociedad tuvieran presente la lucha legítima de las mujeres.
La catarsis era algo así como la que recomiendan en las terapias para el control de la ira, sólo que en lugar de golpear una almohada, dejaban marcas de colores y brillos, totalmente inofensivos, si se comparaban a las vidas perdidas. Oyendo las razones y motivaciones de uno y de otro lado, me di cuenta de la dificultad de ser objetivos cuando no se tiene partido a favor ni en contra.
¿Cómo ser objetiva sin caer en la radicalización? Parece que el tema no tiene matices, o estás a favor o estás en contra. Por otro lado, cabe cuestionarse si quienes realizan el vandalismo, en realidad son parte del movimiento y no grupos que se infiltran para denostar y ganar el repudio social. La cuestión no es sencilla, por eso las mujeres siguen desapareciendo o apareciendo muertas.
Ni las pintas ni las marchas han podido detener la ráfaga de inseguridad que día a día hay que sortear para sobrevivir.
Como ciudadana también lastima mi vista ver los edificios grafiteados, por eso decía que cada parte tiene su razón y su verdad. Todos queremos una ciudad cuidada y bonita, pero con mujeres seguras, porque la seguridad también tiene belleza, tan es así que por eso estamos padeciendo los yucatecos la gentrificación. La superficialidad de los juicios, no abonan a la solución, ya que no pasan de ser minúsculas opiniones en el desierto o en una isla solitaria.
Los hombres cuando desaparecen o los asesinan es por lo común, porque andan en malos pasos, como dicen las abuelas, sin embargo, en el caso de las mujeres, no es condición necesaria para vivir en la inseguridad ya que el enemigo, a veces, está en casa y hasta se duerme con él. ¡Queremos a Mérida blanca, nunca roja!