Lobos y coyotes en las castas novohispanas
Columna de Aída López: Lobos y coyotes en las castas novohispanas
El encuentro de dos mundos decantó en una combinación aleatoria de europeos y americanos de la cual derivaron las diversas castas en la Nueva España. Testimonio de lo anterior quedó plasmado en una serie de dieciséis pinturas de la época en formato horizontal en donde los personajes son los protagonistas, un hombre y una mujer con el hijo fruto de la unión.
Dichos retratos fechados alrededor de 1790 y creados por autor desconocido, incluyen la inscripción de la nomenclatura de cada casta refiriendo no sólo la indumentaria, costumbres y oficios, sino los comportamientos y gestos propios de la mezcla.
La pintura de castas fue un género recurrente entre los artistas novohispanos entre los siglos XVII y XVIII con la finalidad de escenificar el proceso de mestizaje y la diversidad racial en las Indias occidentales.
El cronista de viaje Pedro Alonso O'Crouley realizó un sistema de dieciséis castas según la combinación de español, indio y negro, durante sus actividades comerciales entre México y Cádiz. La unión de un español y un indio daba como resultado un mestizo.
Español y negro, mulato; mulato e indio, chino grifo; negro e indio, lobo; español y mestizo, castizo o albino; español y castizo, español; español y mulato, morisco; español y morisco, saltatrás; español y saltatrás, tentenelaire; indio y lobo, chino cambujo; indio y mestizo, coyote; indio y coyote, indio; indio y chino, albarazado; indio y mulato, lobo; español y morisco, albino; por último, estaban los indios bárbaros.
Con mencionada clasificación, la élite intentó ordenar a la sociedad de acuerdo a su linaje y los artistas encontraron la veta para crear un género pictórico socorrido en el siglo XVIII.
El testimonio visual pondera la idea de familia en su vida cotidiana y entorno, cuyas elegantes indumentarias de lino, seda, gasas y algodón, ponchos y sombreros, así como exquisita pedrería, denota la opulencia americana que fascinó a los conquistadores.
El mapa racial también daba cuenta de la abundancia de los frutos locales de la tierra, como la piña, guanábana, jícama, zapote, plátano y ciruela, desconocidos para la monarquía hispánica.
Los rasgos físicos de los indígenas llamaban la atención de los europeos, tanto que algunos fueron llevados en grupos por Cristóbal Colón y Hernán Cortés a Europa para exhibirlos como atracción en las festividades y ante los reyes.
Los cuadros de castas contribuyeron a crear la identidad de la Nueva España y los discursos de poder que perviven hasta nuestros días. Varios siglos después, las características físicas como el color de la piel o los rasgos, son un activo para acceder a ciertos privilegios y aunque las diferencias se han diluido en la narrativa, en la realidad el pasado continúa pesando.