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Además de la muerte, hay otras cosas que todos los seres humanos con seguridad experimentaremos, entre ellas están la adversidad, el dolor, el miedo, la frustración, la tristeza y varias más.

El hecho de que es garantía que todos enfrentaremos en algún momento de nuestra vida algún desafío, hace más llevadero el asunto, ¿no crees?, como que entra uno en confianza. Siendo algo sobre lo que no poseemos poder alguno, debería dejar de ocupar tanto nuestra mente, como bien dijo Epícteto: “Cuanto más valoramos lo que escapa a nuestro control, menos control tenemos”.

Tal vez por ello es tan popular la antigua filosofía del estoicismo, esa que señala que para prosperar como personas debemos ser felices mientras lidiamos con los problemas que se nos presentan en el camino.

Los estoicos tienen bien fijado su objetivo de vida, ellos saben que sólo tienen poder sobre la manera en la que reaccionan a los acontecimientos, por ello están convencidos de que la indiferencia es la mejor respuesta hacia todo aquello que se escapa de su control.

Me resulta muy interesante esta filosofía, pero quería darme la oportunidad de conocerla un poco más, no tan profundamente, pero sí claramente. Así fue que me encontré con el trabajo de Ben Aldridge, un escritor, docente y músico, inspirado en el estoicismo, el budismo y la psicología popular.

Fue su libro, “Cómo controlar lo incontrolable”, el que me abrió un panorama más amplio acerca del estoicismo, corriente que, aunque tiene 2,000 años, continúa vigente en la actualidad.

Entre las páginas de Aldridge encontré que los estoicos procuran una vida íntegra, basando su comportamiento en ciertas virtudes cardinales, principalmente en cuatro de ellas, las cuales fueron establecidas por el filósofo Platón. Se trata de la sabiduría, la justicia, el coraje y la templanza. A través de éstas se forma un buen carácter, y por lo consiguiente, un buen ser humano.

Así como no poseemos la capacidad de controlar todo, también es cierto que, por muy pequeñas que sean, nuestras acciones tienen consecuencias en todos los demás. De allí surge la importancia de las virtudes. Con respecto a la sabiduría, su valor radica en que brinda a quien la procura, la capacidad de comprender al mundo, lo cual permite tomar decisiones con más sentido.

Ben comenta que la justicia para los estoicos es un comportamiento de amabilidad con todas las personas, aunque resulten molestos en ocasiones; si alguien es grosero, no se debe perder la cabeza, no se debe responder del mismo modo; buscan ser gentiles en su trato, para lograr un mundo mejor, y con ello su propia existencia (algo sobre lo que sí tienen control).

El coraje es descrito en este ejemplar como un tipo de estandarte del estoico, pues es la capacidad de resistir ante la adversidad, defendiendo con valentía lo que se cree, aunque hacerlo resulte difícil. Y la templanza es la que pone la cereza al pastel, para alcanzarla es preciso tener autocontrol, disciplina y mucha calma.

Esta lectura me dejó una buena impresión acerca del estoicismo, en mi mente quedó la idea de que un estoico es una persona que, pese a la mala racha, permanece al pie del cañón.

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