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Todas las civilizaciones antiguas tenían obsesión por observar el cielo y de ese modo poder registrar el movimiento aparente de los astros en la comba celeste. En Mesoamérica, en cada una de sus regiones culturales, los habitantes tuvieron formas de registrar el movimiento de los cuerpos celestes, independientemente de la temporalidad y la manifestación particular de cada civilización.

Los antiguos mayas se consolidaron como expertos observadores de la bóveda celeste y a través de su historia registraron de manera precisa los movimientos del sol, los planetas y la luna. Como resultado de estas observaciones tuvieron la capacidad de crear un calendario complejo que les permitió organizar los eventos de su vida y sus festividades sociales y religiosas.

Al igual que los mexicanos del altiplano central, los antiguos mayas plasmaron el plano terrestre como un inmenso cuadrado distribuido en cuatro grandes sectores (cuadrantes) que se extendían alrededor de un punto central, que constituía el eje de su universo.

El ideograma de esta concepción está contenido en las páginas 75-76 del Códice Tro-Cortesiano y en la página 1 del códice Féjérvary-Mayer.

Cada cuadrante contiene el glifo del punto cardinal a que corresponde: Sur a la izquierda, Norte a la derecha, Oeste arriba y Este abajo. También aparecen en cada sector los dioses que les corresponden, así como los árboles y aves que los simbolizan. En la parte central, que es la más importante, aparece la ceiba sagrada o árbol de la vida, y a su sombra la pareja primigenia creadora de todo cuanto existe.

Cada uno de estos cinco sectores tenía un color diferente: rojo el del Oriente, blanco el del Norte, negro el del Occidente, amarillo el del Sur y verde el del centro (VILLA ROJAS, Alfonso. 1985). Finalmente, a cada cuadrante correspondían 65 días, que en total conforman los 260 días del año ritual (tzolkín).

Dentro de esta concepción de la cosmogonía, el sol se mueve como un péndulo desde el extremo del sector oriente. Las máximas declinaciones de este movimiento corresponden al Solsticio (1) de Verano (cuando es hacia el norte) el 20 o 21 de junio y al Solsticio de Invierno (cuando va hacia el sur) el 21 o 22 de diciembre. El punto intermedio entre los solsticios corresponde a los equinoccios (2) de Primavera (el 21 de marzo) y de Otoño (alrededor de 21 de septiembre).

1) Se deriva del sustantivo latino Sol-solis y el verbo stare (Sol quieto o detenido): es el momento en que el Sol alcanza su mayor altura aparente en el cielo.- Nota del editor

2) También proviene del latín: aequus, igual, y noc-noctis, noche: jornada de 24 horas en que la duración del día y la noche son iguales en toda la tierra.- Idem

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