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Las problemáticas endémicas de los pueblos indígenas nacionales son apodícticas para los mayas peninsulares: la pobreza, la marginación y desigualdad forman un triángulo nefando, nefasto y funesto que procrea otros fenómenos sociales y culturales como la pérdida de identidad, migración de todas características, subempleo, analfabetismo y otros que el lector puede ir agregando.

Es comprobado que el asistencialismo y la hipócrita condescendencia hacia las culturas aborígenes no son la solución para sus problemáticas de rezago con datas ancestrales. Al menos a esa conclusión llegan los relatores del anuario El Mundo Indígena 2020, editado por el “grupo de trabajo sobre asuntos indígenas” que, en la sección dedicada a México, advierte que el fenómeno de la migración de mujeres indígenas a los polos de desarrollo económico causará serios estragos en la conformación tradicional de la familia en los pueblos indios. Ese fenómeno se replica en Yucatán.

La única manera de intervenir en las patologías señaladas es realizar estrategias que dentro del respeto a los usos y costumbres sean detonantes de nuevas perspectivas de mejoras. Los pueblos mayas se encuentran frente a una gran oportunidad para su desarrollo ulterior. “El Tren Maya es considerado el más importante proyecto de infraestructura, desarrollo socioeconómico y turístico de la actual administración”. Señala el anuario citado que si bien amerita el proyecto también señala la insuficiencia en la consulta a los pueblos originarios asentados en los 1,525 kilómetros de la infraestructura, y que ha sido utilizada por grupos políticos como el de Xpujil y Calakmul y EZLN, quienes han manifestado radical rechazo al megaproyecto interestatal del sureste basados en mitos. Las vallas para detener el tren son los amparos en las instancias judiciales.

La oposición a estos beligerantes grupos ya ha dado resultados negativos, por ejemplo se ha anunciado que el balastro que llegará al puerto de altura de Progreso proviene de canteras lejanas, cuando existen esas canteras al paso del antiguo Ferrocarril del Sureste; la zona conocida como Poaná y el Zopo tiene piedra de calidad y durante años se explotó para formar las camas externas del terraplén donde duermen las vías férreas. La extracción y trasformación de la piedra en esa zona chiapaneca generaría cientos de empleos que se han mudado a zonas menos conflictivas.

En conocimiento de la difícil situación de supervivencia de los pueblos indios mayas se antoja que una negociación frente a las autoridades daría mejores resultados que la confrontación a la construcción del Tren Maya. Sin la folclorización de la tradición y con la creación de universidades interculturales con vocación emprendedora ambiental y el turismo alternativo se generarían empleos dignos y personal capacitado; el exponer el verdadero impacto ambiental en lenguaje llano y accesible allanaría el paso del tren, porque, aunque no lo crea, el campesino maya siembra la tierra por mecates, la hectárea le parece descomunal e incomprensible.

 

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