Sólo dos casos confirmados de Chagas en Yucatán este año

Uno de los factores de transmisión, además de la picadura del insecto vector, es la transfusión sanguínea

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El insecto que trasmite el mal de Chagas, conocido como "pic". (Archivo/Sipse)
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José Salazar/MÉRIDA
Este año sólo hay dos casos confirmados de Tripanosomiasis americana, más conocida como enfermedad de Chagas y los 24 registros que aparecen en el boletín epidemiológico de la Secretaría de Salud Federal en la semana epidemiológica No. 6 son probables, aseguró el biólogo Juan Ortiz, responsable estatal del Programa de Chagas de la Secretaría de Salud de Yucatán (SSY).

El año pasado se confirmaron 61 casos, de los cuales 36 recibieron tratamiento al cumplir con los criterios del protocolo de atención.

“Las cifras que aparecen en el boletín epidemiológico refieren casos probables, los cuales están bajo pruebas diagnósticas para determinar si son o no positivos a Chagas. Se toman las muestras y se envían al Laboratorio Estatal de Salud Pública (LESP), donde se confirman o descartan. No porque sean 20 muestras todas serán positivas”, explicó.

El biólogo de la SSY dijo que cada tres meses se emite un reporte de casos confirmados de la enfermedad. El próximo reporte será dado a conocer a principios de abril.

El experto detalló que los dos únicos casos confirmados por el LESP hasta el momento corresponden a pacientes en fase crónica. Uno es de Mérida y el otro de Tixcacalcupul.

Añadió que el Programa de Chagas de la SSY trabaja en cuatro vertientes: vigilancia entomológica, vigilancia epidemiológica, promoción de la salud y el rociado intradomiciliario.

Además, se brinda el acceso al tratamiento a los pacientes que resulten positivos.

“En el caso de los pacientes confirmados se someten a un protocolo de confirmación y una vez cumplidos los criterios se les otorga el tratamiento para la enfermedad”, apuntó Juan Ortiz.

Indicó que recientemente se llevó a cabo una reunión de acercamiento con el Centro de Investigaciones Regionales (CIR) "Dr. Hideyo Noguchi" de la Uady para realizar una alianza que permita fortalecer la atención al mal de Chagas.

Mal silencioso

“Dadas las características del Chagas, que tiene una fase aguda de 15 años, en promedio, ha sido una enfermedad desatendida y subdiagnosticada. Puede uno tener la patología muchos años y de repente presentar problemas cardíacos y fallecer”, señaló Miguel Enrique Rosado Vallado, responsable del laboratorio de Parasitología del CIR “Dr. Hideyo Noguchi".

El experto dijo que uno de los factores de transmisión, además de la picadura del insecto vector, es la transfusión sanguínea, y por ello, cada vez que una persona va a donar sangre, se le aplica a la muestra una prueba de Chagas.

“Si sale presuntiva, hay un protocolo a seguir para confirmar si la persona está infectada o no; entonces comienzan a salir los casos y se elevan las cifras. No es que haya un mayor número de infectados ahora, sino que siempre se ha subdiagnosticado, lo que es una triste realidad”, aseveró.

Rosado Vallado explicó que el laboratorio a su cargo tiene dos enfoques, uno es el control vectorial, por medio del cual se determinan las condiciones de campo, los factores de riesgo y qué posibilidades hay para contraer la infección.

“Se han hecho intervenciones en las que se ha visto cómo incide que limpien sus patios, el uso de insecticidas o de miriñaques”, mencionó.

“Hemos visto que el uso de miriñaques es efectivo. La chinche no es agresiva como un mosco. Le llaman ‘el vampiro’ porque espera que la víctima se duerma para atacarla. El uso de miriñaques puede incidir directamente en la reducción del número de casos”, detalló.

Por otra parte, dijo que se analiza qué olor atrae a los insectos, qué tipo de luz prefieren y otros factores, como el diseño de trampas para el “pic”.

El otro enfoque se basa en estudios de biología molecular para detectar biomarcadores de la enfermedad que puedan indicar cuando la persona está enferma.

“Es importante buscar biomarcadores que nos ayuden a evaluar la progresión de la enfermedad y la efectividad del tratamiento o si es necesario ajustarlo. Ahora no los tenemos, pero trabajamos para lograrlo. Hacemos estudios eco y electrocardiográficos de la evolución. Por otra parte, hemos trabajado por más de 10 años en el desarrollo de vacunas. La intención es desarrollar una que pueda servir para reducir la evolución de la enfermedad”, expuso el investigador.

Apuntó que actualmente hay dos vacunas candidatas que han terminado las pruebas en roedores y continuarán a una siguiente fase en primates, en colaboración con las universidades de Tulane y de Baylor.

“Si esto pasa bien, en uno o dos años podremos hacer las primeras fases clínicas en humanos. La esperanza es que podamos ofrecer algo mejor que lo limitado con lo que se cuenta ahora”, finalizó.

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