Obras apantalla-tontos

Una comparación del costo-beneficio entre los nuevos museos y ruinosos edificios antiguos que pudieron salvarse.

|
De acuerdo con la placa distintiva de la fachada, esta edificación fue ultimada en 1780. (Sergio Grosjean/SIPSE)
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Sergio Grosjean/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Cuando escuché que la anterior administración estatal invertiría importantes sumas de dinero en la construcción de dos sendos museos, me pregunté cómo era posible que se pensara erogar tales recursos si el estado tenía otras prioridades.

Que quede claro: no estoy en contra de la creación de nuevos museos, al contrario, ya que es trascendental contar con ellos debido a que en esos sitios resguardamos y exponemos los objetos valiosos de nuestra cultura, e incluso de la humanidad, tal y como son los vestigios arqueológicos, obras de arte, documentación histórica y todos los bienes que tienen un valor excepcional desde el punto de vista de los especialistas y, por lo tanto, debe ser perpetuada su existencia a través de las generaciones.

Pero si ponemos en la balanza costo-beneficio tal inversión, llegaremos a la triste conclusión que destinar ese caudal fue insustancial y no me pondré a maquilar cuál fue o fueron las razones por las que se construyeron esas moles de concreto “ornamentadas” con fierros retorcidos, ya que algunos piensan que fue un simple capricho, otros consideran que a falta de obras “de relumbrón”, la gobernadora de ese momento (Bonny Ortega) quería dejar su fugaz huella plasmada en un museo para que sea recordada, al menos por eso, y ya ni citar lo que los mal pensados piensan, pues opinan que fue un gran negocio para algunos y otros me susurran “piensa mal y acertarás”.

Para el caso, la faena realizada en Mérida ya está consumada y trataremos de pensar que traerá beneficios, y sólo falta la conclusión del otro museo en Yaxcabá, al que por cierto menos lógica le encuentro, pero no siendo mal pensado, me imagino que sus razones coherentes existirán, y espero algún día conocerlas.

Comentaba que el estado tiene otras prioridades, y no me pondré a enumerarlas, pues la lista sería infinita y por tal razón sólo me abocaré a un tema afín a los museos.

Pensaremos que ambos museos se crearon con una noble intención, pero el problema inicia cuando nos percatamos que vivimos en un estado al que no se le han invertido los recursos necesarios para proteger el patrimonio cultural erigido. Llámese “pintos o colorados”, pues la secuela ha sido similar y para muestra basta un botón: hace algunos días tuve la oportunidad de ir a la comisaría de Sahcabá, y resulta que en el centro del poblado hay una pequeña capilla que según la placa distintiva que porta al frente, fue ultimada su construcción en 1780 y aunque increíble nos parezca, las condiciones en las que se encuentra son las que se aprecia en las fotos, es decir, totalmente destruida.

Historia a punto de colapsar

Lo más sorprendente del caso, es que para salvar esta edificación sólo hay que invertirle una bicoca, y aún así nada se ha hecho, y en su lugar, al menos la anterior administración prefirió apostar onerosos recursos a las telenovelas y otras banalidades.

De manera similar, hemos expuesto el caso de las trincheras coloniales de Chicxulub que también se encuentran en grave peligro, y el Dr. Jorge Victoria Ojeda, por su parte, ha denunciado estos y otros casos del grave deterioro de la arquitectura militar colonial de Yucatán.

Entonces, pregunto: ¿no hubiera sido más coherente rescatar estas hermosas edificaciones y convertirlas en museos vivos en vez de gastar en nuevos inmuebles?

También, por ejemplo, allá tenemos el majestuoso antiguo convento de Conkal, que su sala museográfica está subutilizada y espera ser socorrida con piezas para ser exhibidas.

Si sumamos lo que se invirtió en estos nuevos museos, y esa misma cantidad la dividimos entre los 106 municipios que necesitan capital para rescatar sus importantes monumentos, lograríamos salvar del colapso cientos de edificios históricos.

No importa que sea a 10, 20 o 30 años, lo vital es hacerlo. ¿No cree que esto atraería más turismo que dos bloques de fierro y hormigón?

El hubiera no existe y es un hecho consumado, pero la pregunta que nos hacemos ahora es: ¿Será que esta administración enmendará el delicado asunto?

Alguien tiene que comenzar a plantar los cimientos para enderezar el timón ya que necesitamos secretarios con materia gris y no simples monigotes, y allá está la responsabilidad de Rolando Zapata, pues tanto las edificaciones citadas como muchas otras, necesitan ser socorridas, en vez de estar inventado fórmulas apantalla-tontos, tal y como se hizo en el pasado.

Es definitivo que Yucatán tiene un gran potencial arquitectónico al que nunca se le ha sabido explotar, y esperemos que en un futuro cercano nuestra columna de los lunes hable de lo que ya se está haciendo y no lo que se está planeando.

Sería interesante hacer un recuento de estas edificaciones en riesgo, y si usted tiene imágenes de antiguas construcciones, por favor envíemelas al correo [email protected] y seguramente algo nuevo aportaremos. ¡Por los chones (con su raja de canela expuesta) de los exfuncionarios aprovechados!

Lo más leído

skeleton





skeleton