|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Las leyendas, los cuentos infantiles y casi todas las historias nos cuentan el viaje de un héroe o una heroína. Alguien que atraviesa un camino difícil, complicado, lleno de sufrimientos y de lucha para llegar al final… a matar al dragón, a ser besado por su amor verdadero o lograr “ser felices para siempre”.

Esto está bien en una historia porque la palabra “fin” es realmente el final, los personajes fueron creados para ese momento y vivieron todas sus luchas y dificultades para culminar en ese hermoso momento en que todo está bien y “fueron felices para siempre”.

Pero en la vida real el final del camino es la muerte y si dejamos la felicidad y la satisfacción para ese momento, nos daremos cuenta que el camino de lucha de esfuerzo o sufrimiento no sirvió de nada porque sólo nos llevó al efímero momento final y ya no tendremos un “y vivieron felices para siempre”.

No podemos o no debemos postergar nuestra serenidad y nuestra felicidad, al contrario, debemos vivirla en cada paso del camino, como una decisión propia, como una actitud de vida que no dependa del camino en sí, ni de las piedras, ni de si es cuesta arriba o cuesta abajo, la felicidad debe emanar de nosotros mismos, debe salir de nuestro interior.

Si dejamos que nuestra felicidad sea definida por los eventos que nos suceden, entonces no tenemos ningún control sobre ella y debemos de estar siempre pendientes de lo exterior para poder disfrutar de unos momentos de felicidad o serenidad.

Sin embargo, si logramos encontrarla en nosotros, en el agradecimiento diario por lo que tenemos, en la sorpresa de los milagros que podemos presenciar, en permitirnos buscar lo bueno en las personas que nos rodean o en las cosas que nos sucedan, entonces podemos caminar con calma y tranquilidad sabiendo que no importa lo que nos depare el destino, pues tenemos lo necesario para enfrentarlo.

El conocimiento de uno mismo es el camino a la libertad y a la felicidad, las respuestas están todas dentro de nosotros, no al final del camino, ni son las circunstancias que nos toca vivir. La serenidad está en la manera en que decidimos enfrentarlas, en la seguridad con la que damos cada paso y esta seguridad viene del profundo conocimiento de nosotros mismos, del desarrollo de nuestra autoestima, de saber que podemos enfrentar cualquier obstáculo, pero que también sabemos disfrutar de la belleza del camino.

Por que si dejamos que la felicidad sea la meta, entonces caminaremos como burros detrás de una zanahoria, sin poder alcanzarla nunca porque el final del camino siempre está un paso más adelante, porque mientras hay vida seguirá habiendo camino y no hay nada que al conseguirlo te garantice que serás feliz para siempre, ni el beso del amor verdadero, ni matar al dragón, ni llegar a la cueva de las orquídeas susurrantes; después de cada meta alcanzada encontramos un nuevo camino y si no disfrutamos de caminar, si no gozamos el recorrido, nos perderemos el verdadero encanto de la vida.

Los días transcurren rápidamente, nuestra piel se arruga, los hijos crecen, las amistades se van, la fortuna pasa y la desgracia también; nada es para siempre más que nosotros mismos que nos acompañamos a lo largo del camino. Convirtámonos en buenos compañeros de viaje de nosotros mismos, porque somos la única compañía garantizada a lo largo de todo el camino.

Dejemos de buscar rutas fáciles o compañeros valientes que caminen a nuestro lado y convirtámonos en eso que deseamos encontrar; los dragones son nuestros propios miedos y nos debemos dar ese beso de amor verdadero que nos despertará a la vida plena, a la aceptación, a la confianza; ese beso que nos permitirá conocernos y amarnos y así podremos enfrentar cualquier prueba que nuestro comino nos traiga y así viviremos siempre felices.

Lo más leído

skeleton





skeleton