Centenario de la Independencia en Yucatán en 1910 (I)
Atalaya histórica, columna de José Ramón Pérez Herrera.
El régimen de Porfirio Díaz organizó una serie de eventos para conmemorar el Primer Centenario de la Independencia de México en 1910. Estas festividades fueron planificadas con varios años de anticipación, lo que reflejó la gran importancia que este acontecimiento histórico tenía para el gobierno dictatorial de Díaz.
Durante el siglo XIX y los primeros años del Porfiriato, las celebraciones de la Independencia se caracterizaban por ser rituales en gran medida privados o simples ceremonias públicas, las cuales no generaban un entusiasmo significativo entre la población.
En los primeros años del Porfiriato, el programa de los festejos se limitaba a lo dictado por la tradición de la Junta Patriótica, organismo encargado de organizar las celebraciones anuales.
Las fiestas patrias se centraban en ceremonias solemnes, exclusivas para los sectores más elevados de la sociedad, mientras que el resto de la población, en el mejor de los casos, asistía a las mismas representaciones teatrales que se repetían año tras año. La prensa criticaba la monotonía de las festividades organizadas por la Junta Patriótica.
No fue sino hasta mediados del Porfiriato cuando comenzaron a evidenciarse los primeros signos de una celebración más inclusiva y popular, dirigida a toda la población mexicana. A finales del siglo XIX, el onomástico de Porfirio Díaz comenzó a asociarse con las festividades patrias de la Independencia de México.
El 15 de septiembre se consolidó como la fecha en el que las autoridades celebrarían la ceremonia del grito de Independencia, transformando así el aniversario de Díaz en un día de fiesta nacional. Este contexto sentó las bases para los preparativos de la celebración del Primer Centenario de la Independencia de México. A comienzos del siglo XX, México atravesaba un proceso de modernización en el que las élites aspiraban a construir un país “civilizado”, según los cánones occidentales.
Sin embargo, no toda la población formaba parte de esta transformación socioeconómica, ya que la mayoría de la población vivía en condiciones de pobreza, desigualdad, opresión y explotación. Fue este proceso modernizador lo que el gobierno y las élites intentaron mostrar durante las celebraciones patrias, mientras que cualquier signo de pobreza o la representación de los indígenas de esa época fueron cuidadosamente eliminados, con el fin de proyectar al mundo la imagen de un México moderno.
Según Ricardo Orozco en “El Centenario de las fiestas del Centenario”, publicado en Relatos e historias en México (2009), en 1907 la Secretaría de Gobernación designó a varias personas para conformar la Comisión Nacional encargada de organizar las festividades del Centenario.
Esta comisión nombró a un delegado por cada Estado de la República, quien a su vez debía formar un comité para las fiestas patrias de la entidad correspondiente. El Comité Nacional tuvo como referencias inmediatas los fastuosos festejos de los Centenarios de la Independencia de los Estados Unidos en 1876 y de la Revolución Francesa en 1889 (Continuará).