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Hace miles de años el ser humano se resguardaba en cuevas y luchaba por su supervivencia; en algunos aspectos las cosas no han cambiado mucho, el hombre moderno combate en la nueva selva en que se ha convertido la modernidad, esa que Julio Verne describió en las páginas de sus libros y que en su momento parecía ilógica, irreal y fantástica, pero ahora es una realidad, una que no es del todo fantástica, una que está muy lejos de esos rostros ruborizados y perfectos en la publicidad de los años treinta que pronosticaban estos días; lamentablemente ahora sólo vemos rostros deprimidos, con muchos asuntos por resolver, más enfocados en sí mismos, en el individuo y no como colectivo, poniendo un valor más grande a los artículos inanimados y creados que a los momentos, que a las personas y que a las palabras.

Y es que desgraciadamente no nos ponemos a pensar en el mundo de oportunidades que tenemos ahora al alcance de la mano, somos libres de hacer y deshacer, de crear, transformar y reinventar, de ser todo lo que nuestra imaginación se proponga. Muy lejos ha quedado esa realidad de nuestros ancestros, en donde sólo había un puñado de oportunidades para escoger, y no todas eran muy buenas. Pero lejos de valorar todo lo que el futuro nos ha regalado, nos quejamos de todo, en todos lados, de todas las maneras habidas y por haber; de verdad me sorprende cómo con nada estamos conformes y lo expresamos con un cinismo y despreocupación como si tuviéramos el derecho de dañar lo que nos rodea. El dulce regalo de hoy es una hermosa oportunidad de hacer las cosas de forma distinta, de hacer que valga la pena nuestra presencia en el mundo, porque nosotros somos el resultado de millones de años de evolución natural, de luchas sociales, revoluciones, investigaciones y estoy convencido de que los que estuvieron antes que yo no estarían conformes si no hiciera que mi estadía en este plano tuviera un verdadero impacto.

Creo que no hay que ser un filósofo ni un estudioso para darnos cuenta de que el ser humano es una especie increíble, en un tiempo muy rápido pasó de cazar animales para sobrevivir a conquistar la luna y luego el universo; por eso considero que aquellas personas que lograron esas grandes hazañas no son distintas a ti que lees esto y a mí que escribo estas palabras, todos tenemos el mismo molde, con sus respectivos desperfectos, pero con el mismo potencial; por eso me niego a creer que el conformismo está dentro de nuestro ADN. Estoy seguro de que aún hay mucho por descubrir y a quienes dicen que “lo bueno nunca está por venir” les tengo una noticia: aún hay una luz en medio de esta neblina de modernidad. Por eso no nos quedemos con la nostalgia de los años pasados, no seamos pesimistas ante el futuro, seamos propositivos y activos en este mundo cada vez más cambiante, hagamos que nuestra existencia valga la pena.

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