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Con asombro y gran tristeza veo que, a pesar de los intentos del universo y del destino por unirnos como sociedad, el ser humano sigue segregando a sus similares por cosas tan absurdas como el color de la piel, las creencias, gustos, ideales y todo lo que hace a uno diferente “al montón”, pero no se dan cuenta de que todas las personas son diferentes, no hay una igual a la otra, a pesar de que tenemos gran similitud, cada uno piensa distinto, huele distinto, actúa distinto y no está mal, por lo contrario, si no, qué sería de este mundo.

Pero vemos en los noticieros y redes sociales cómo en muchos casos han llegado hasta a la violencia para imponer su ley y en casos más leves con castigos que dañan las libertades del individuo, para que a la fuerza todos sean iguales. Entiendan, por favor, aquí no hay que buscar buenos y malos, no hay que buscar enemigos comunes, porque si señalamos, apuntamos con el dedo y evidenciamos a alguien que a nuestro criterio está en el camino incorrecto, nosotros somos los malos del cuento. Que no se confunda con la anarquía, jamás defenderé los actos injustos y que vulneren al prójimo, pero creo que, siempre y cuando se respeten las normas de buena convivencia y las leyes, todos deben poder expresarse con libertad; insisto, sin vulnerar a los demás. Ahora, en plena “modernidad”, creo que éste aún es un sueño utópico, porque con el paso de los días siguen apareciendo muestras de odio e intolerancia, hasta de aquellos que dicen defender lo correcto, pero la forma en que lo hacen desvirtúa todo su esfuerzo, cayendo en la hipocresía.

Pero a pesar de todo, aún creo que estamos a tiempo de tomar las riendas de nuestro destino; eso sí, hay que cambiar un poco el “chip” de lo que hemos visto en las últimas décadas en cuanto al comportamiento que hemos adoptado; los cambios son difíciles, pero no imposibles.

Si queremos piso parejo, una sociedad más igualitaria y con oportunidades para todos, es necesario cambiar la mentalidad, no regalar cosas materiales o servicios, hay que hacer algo desde la raíz, que impacte desde el centro, porque conforme pase el tiempo surgirán más y más muestras de individualismo y, si no hacemos algo desde ahora, las manifestaciones de odio y enemistad van a ser nuestro plato de todos los días. No se ustedes, pero yo sí estoy cansado de ver cómo nuestros hermanos se insultan, golpean y matan por cosas tan insignificantes que al final de nuestros días no se lo van a llevar a la tumba; entiendan que si no hacen de éste un lugar mejor, no están cumpliendo su propósito en la vida. Bienes materiales, fama, fortuna, todo viene y va, los momentos, lo que aprendes y enseñas, los sentimientos y las emociones, eso es lo que se queda, lo que vale la pena vivir y que no se compra con nada en el mundo.

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