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Al comenzar diciembre, el espíritu de las fiestas navideñas invade todo lugar hasta donde la mirada alcanza, la gran mayoría de las familias inician la decoración de sus hogares; por otra parte, las calles, parques, plazas comerciales y demás espacios públicos quedan adornados con diseños alusivos y nos contagian de esa alegría que solamente esta época del año puede mostrar.

Sin embargo, existe un enemigo que poco a poco está invadiendo y consumiendo a nuestra sociedad, confundiendo los verdaderos valores de esta temporada con el consumismo y los excesos, cambiando el compartir por el egoísmo, la caridad por el rencor, y es que éste es el resultado de la descomposición social en los últimos años, cuando olvidamos lo que verdaderamente importa y otorgamos mayor valor a las emociones efímeras.

Lamentablemente algunas personas, mientras decoran el tradicional pino navideño, se dedican a juzgar o atacar a quienes ni siquiera conocen, otorgan mayor importancia a lo que los billetes pueden conseguir y olvidan los valores como la solidaridad, amistad y muchos más que antes afloraban al terminar el año.

Parece absurdo pensar que quienes menos tienen son quienes más disfrutan de estas fechas, porque en medio de las carencias es donde sale a flote la bondad de las personas, pero creo que no debemos llegar a situaciones como ésta para recordar lo que verdaderamente vale la pena, basta solo con levantar la mirada y fijarnos en lo que ocurre en nuestro entorno, que la mayoría de las veces preferimos ignorar.

Pero quiero aclarar que esto no es lo común en toda la sociedad, ya que existen muchas personas que aprovechan estos días para mover corazones y ayudar a quienes menos tienen sin esperar nada a cambio y a partir de ahora los vamos a ver en todas partes, haciendo todo lo posible para lograr su objetivo y que más personas sonrían en Navidad.

Niños, adultos mayores en asilos, personas con discapacidad, todos deben tener las mismas oportunidades de ser felices; por eso, en lugar de atacar a nuestro prójimo, vamos a ser coherentes con lo que decimos y hagamos de ésta una celebración de felicidad general y no solo para unos cuantos.

Si tienes para compartir, hazlo; si no, con un rostro amable haces la diferencia; pero si el tiempo, la solvencia económica o las dificultades no te permiten solidarizarte con alguna causa, puedes elegir un cambio de actitud con una sonrisa que contagie la buena vibra a los que nos rodean y de esta forma hacer una cadena que se extienda a lugares insospechados.

En fin, aún estamos a tiempo, nos quedan un par de semanas para la llegada de la Navidad y otro par más para que termine el año; hay que utilizar estos días bien, para reflexionar, pensary reorientar nuestros pasos; que esta época sea una oportunidad para empezar de nuevo, regalarnos la oportunidad de hacer las cosas diferentes y regresar a lo básico, que eso seguramente nos lo vamos a agradecer en unos cuantos años.

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