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Hace más de 55 años un hombre tuvo un sueño, pero fue un sueño tan grande y deseado con tal fuerza que ese sueño se convirtió en lo que hoy es la realidad para millones de personas.

Después de más de cien años de que se firmara la declaración de la emancipación que marcaba el momento de inicio de la libertad para todas las personas que eran consideradas esclavas, la verdad es que el tan deseado cambio no se había producido. Las personas de color seguían siendo tratadas como ciudadanos de segunda en casi todo Estados Unidos.

Como todos los grandes soñadores, logró su sueño sin acudir a la violencia, la aplastante razón de su discurso impedía que la legítima lucha degenerara en violencia física.

Martin Luther King soñó con un mundo en que los hombres se dieran cuenta que habían sido creados como iguales, que todos tuvieran las mismas oportunidades y que niños negros, blancos pudieran sentarse juntos en el colegio, jugar, ser amigos, que nadie fuera juzgado por su color, por su raza, por su credo.

Su sueño se convirtió en fe, en esperanza para millones de personas que no eran libres ni tenían oportunidades. Ese sueño se convirtió en una realidad, hoy la nación más poderosa del mundo fue liderada por un hombre de raza negra, pero fue así porque él era el hombre indicado, porque el pueblo lo eligió y le dio la oportunidad de demostrar su capacidad sin importar su color.

Pero el mundo necesita más sueños como éste, necesitamos lideres soñadores que hagan ver al mundo la tremenda injusticia en la que viven millones de personas en todos los continentes, en todos los países.

Nos hemos ido dividiendo por nacionalidad, por raza, por creencias, y unos a otros nos discriminamos. Consideramos que el que no piensa como nosotros está equivocado y debe ser guiado o destruido por pensar diferente.

Pensamos que nuestra verdad es general y queremos que los demás vivan bajo nuestras reglas.
Juzgamos sin darnos cuenta, generalizando a las personas por su raza, por su religión, por sus creencias.

Nos sentimos superiores y no damos oportunidad a otras ideas, a otras visiones.
Necesitamos con desesperación un sueño, que hable de los derechos de los débiles, de los animales, de la naturaleza, del derecho a la individualidad, el derecho de la raza humana sin divisiones.

No dejemos que su sueño se quede en el mundo de lo imposible. Se ha logrado mucho con esta visión, con esta lucha, pero el sueño de la libertad real no se ha conquistado.

Él quería cortar la montaña de la desesperación de su raza con la piedra de la esperanza. Que esa piedra de la esperanza nos ayude hoy a soñar con un mundo mejor, más justo, que ese sueño nos ayude hoy a crear el nuestro en el que el ser humano se permita vivir en libertad, en comunión con su mundo, con la naturaleza, con su especie.

Entendamos que todo derecho en sí mismo representa también responsabilidades que debemos de cumplir y que si exigimos comprensión y entendimiento a nuestra manera de pensar tenemos que vivir respetando y comprendiendo las diferentes maneras de pensar.

Démonos la oportunidad de soñar, pero así, con fuerza, con justicia, con tolerancia, recordando a los grandes soñadores y convirtiendo estos sueños en realidad.

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