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Ha comenzado julio y esto tiene muchas interpretaciones según tus costumbres. En Mérida contamos con la ventaja de ser una ciudad muy cercana al mar, en un viaje de 20 minutos en coche puedes estar disfrutando de una rica comida en el malecón mientras miras el mar, o tal vez nadando y refrescándote del fuerte calor del verano.

Para algunos significa una ciudad con menos gente y menos trafico, los vacacionistas se van y aunque Progreso y la playa están cerca, se olvidan por mes y medio de la ciudad y quienes se quedan pueden disfrutar al máximo de ella.

Para otros significa cerrar sus casas, sus hábitos y sus problemas y escaparse a pasar una temporada en la playa disfrutando el paisaje y dedicado a ver a los amigos, y a descansar.

Hay para quien significa una jornada mas larga de la casa al trabajo y cambio de hábitos, ya que la familia esta en Progreso y ellos tienen que comer solos en Mérida para no realizar el trayecto en coche de la playa a Mérida y de Mérida a la playa muchas veces al día.

Para la gente que vive en la playa, significa una invasión, un olvidar su tranquilidad y su cotidianidad para entrar en la vorágine de los vacacionistas, que ciegos a sus necesidades y a sus pérdidas, solo piensan en disfrutar de sus casas de verano y no se dan cuenta cómo afectan la vida de las personas que viven en estos municipios playeros.

Es cierto que muchos obtienen beneficios económicos de estos cambios, aunque cada vez menos, ya que las cadenas nacionales e internacionales han ido adueñándose de los espacios de ventas, ofreciendo puestos seguros de trabajo, pero eliminando a las pequeñas tienditas de la esquina o a los marchantes que ofrecen sus mercancías en las calles o en la puerta de sus casas.

Esta es una relación en la que ambas partes deben recibir un beneficio para mantener el equilibrio y la armonía. Los que viven en estos pueblos cercanos pierden su tranquilidad pero deben recibir un beneficio, así como los que llegamos de vacaciones gozamos de la felicidad de vacacionar a orillas del mar, en un lugar seguro, tranquilo y natural pero debemos también preocuparnos por dejar un beneficio.

Una vez escuché una frase que describe cómo muchos de los que vivimos en Mérida pasamos la temporada “disfrutamos la temporada de cara al mar pero dándole la espalda a la ciénaga”.

El mar representa toda la belleza y las ventajas económicas que tenemos de tener una casa disponible, tiempo para disfrutarla, un coche para ir y venir, amigos cercanos y mucho más. La ciénaga representa la pobreza en la que viven muchos habitantes de los pueblos costeros, muchos pescadores que viven de la pesca y que pasan temporadas enteras de veda sin poder recibir ingresos, de las desventajas sociales de quienes nacieron con menos oportunidades.

Es importante que convirtamos la temporada en un circulo virtuoso en el que obtengamos satisfacción, pero que también abramos nuestro corazón a la compasión y a la empatía. Es importante pensar ¿qué podemos hacer por este lugar que nos da tanto cada año para que así siga siendo? ¿Cómo ayudar a los pobladores de la playa a vivir una vida digna que los permita seguir siendo personas amistosas, felices de recibir a los temporadisitas cada año, y cómo lograr que nuestra playa conserve su belleza y su biodiversidad?

Compremos local, disfrutemos del ceviche fresco preparado en el restaurante cercano, compremos en la tiendita de la esquina que permitirá que el beneficio económico se quede en los habitantes de la zona, respetemos su vida y sus costumbres, agradezcamos todo lo que recibimos y hagamos un esfuerzo por mantener nuestras playas limpias, respetar los nidos de tortuga, cuidar las redes de pesca cuando paseamos en nuestros vehículos marinos, saludar a las personas que se cruzan en nuestro camino y disfrutemos al máximo lo que la naturaleza nos ofrece tan generosamente en nuestras hermosas playas yucatecas.

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