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Solemos pensar en las palabras seguridad y libertad como antónimos, que se contraponen. Muchas personas piensan que no se puede ser libre y sentirse seguro, que para perseguir la libertad necesitamos soltar, como si fuera lastre, todo lo que nos hace sentirnos seguros y dar un paso al vacío.

En realidad, en la vida no todo es blanco o negro, hay cientos de tonalidades de gris en el centro que nos permiten caminar entre estos dos términos, encontrando nuestros verdaderos deseos sin necesidad de caer al vacío. Es cierto que no podemos tenerlo todo, el camino que va entre la seguridad y la libertad pasa por la negociación entre ambas partes, en la que cada una cede un poco, para lograr que la otra parte vaya teniendo pequeñas victorias, sólo es cuestión de establecer bien nuestras verdaderas prioridades.

Muchas veces permanecemos en un trabajo que no nos llena, por miedo a no conseguir otro, o a enfrentar la escases de dinero en uno menos remunerado. A veces vivimos rodeados de relaciones tóxicas por miedo a la soledad, a no pertenecer o a sentir el rechazo de nuestro grupo de pertenencia.

La transición entre estos dos términos es como caminar. Para desplazarnos tenemos que hacer que uno de nuestros pies deje su apoyo firme en el suelo mientras el otro sostiene todo el peso del cuerpo y el pie avanza hacia adelante. Si levantáramos los dos pies, definitivamente nos caeríamos, si no tuviéramos ningún otro apoyo y si camináramos arrastrando los dos pies lo haríamos muy lento. Para caminar hacia la libertad debemos permitir que alguna parte siga anclada a lo seguro, porque si no, lejos de avanzar caeremos; de esta manera podemos integrar la seguridad con la libertad en un ciclo continuo de enriquecimiento mutuo.

Si vemos la seguridad como ausencia de riesgo, entonces no podremos movernos del lugar en donde nos encontramos. Sin embargo, si cambiamos el concepto de seguridad como la disminución del riesgo, o el enfrentar riesgos de una manera controlada, podemos entrar con confianza en el camino del cambio.

La vida constantemente nos enfrenta con el cambio, de hecho, la seguridad total es un espejismo con el que algunas personas se permiten vivir para reducir la ansiedad. Siempre ha sido así, pero en esta época de pandemia, de crisis económica, política y social tenemos que aceptar que la ilusión de la seguridad es sólo eso. Nos aferramos a lo conocido, aunque esto nos lastime, como una loca manera de creer que las cosas no pueden mejorar pero que al menos no empeorarán. Pero si nos permitimos dar algunos pasos a lo desconocido, atreviéndonos a vivir experiencias diferentes, a conocer nuevas opciones y nuevas personas nos podemos sorprender de cuánto podemos enriquecer nuestra vida y nuestras relaciones.

Es cierto, vivir implica en algunas ocasiones enfrentarnos al rechazo, a la soledad o al dolor. Pero nada garantiza que si nos quedamos quietos no sentiremos estos mismos sentimientos. Es más, estos sentimientos nos ayudan a crecer y enfrentarnos con nuestro verdadero yo interno, con nuestros anhelos y nuestros sueños. Todo camino, no importa cuál elijamos, nos llevará por senderos desconocidos, porque sólo podemos vivir el hoy mientras que el ayer y el mañana son inciertos. Si anclamos nuestra vida al pasado nos perderemos de explorar caminos nuevos, y si la ansiedad por el futuro no nos deja avanzar igual dejaremos de vivir cosas que elijamos, para comenzar a vivir las cosas que nos suceden cuando nos quedamos fijos, con miedo a avanzar.

Por eso, ante la disyuntiva de crecer o tener seguridad, debemos de buscar dentro de nosotros cuál es la necesidad que nos impulsa a cambiar. El miedo en ocasiones actúa como nuestro “Pepe Grillo”, como nuestra conciencia que nos recuerda nuestras responsabilidades. La búsqueda loca por la libertad, sin considerar nuestras responsabilidades, ni nuestras necesidades nos puede llevar a una crisis económica, a la soledad o a un lugar que no era el que estábamos buscando. Es por eso que el equilibrio es importante, no permitir que el miedo te deje anclada, pero tampoco tirarte al vacío sin evaluar los riesgos y prepararte para los posibles escenarios que enfrentarás.

Regresando a la analogía de caminar, recuerda que la sincronización entre las dos partes, la seguridad y la libertad, es el engranaje que te permite avanzar, y que hay una necesidad permanente de negociar entre las dos partes, el equilibrio te permite seguir tu camino y crecer a cada paso.

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