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Entre los habitantes de las islas Shetland y de las Orcadas, en el norte de Escocia, existe un relato que hace referencia a las focas, uno de los animales más habituales de sus costas. Para ilustrar el caso se presenta una versión publicada por Marisa Belmonte y Margarita Burgueño.

En estas tierras se escuchan con frecuencia narraciones en las que estos animales se despojaban de su piel para jugar en la arena bajo la forma de hombres o mujeres. En cierta ocasión un pescador que paseaba por una bahía descubrió a dos hermosas mujeres que jugaban a darse caza mutuamente y, sobre una roca, el hombre vio dos pieles de foca.

Extrañado, tomó una de ellas para examinarla. Las mujeres, al advertirlo, corrieron a recuperarlas; una de ellas logró tomar la otra piel y, echándosela por encima, se sumergió en el mar. La otra joven suplicó que le devolviera su piel, ya que sería la única manera de volver al mar, pero el hombre, necesitado de una esposa, decidió que esta hermosa muchacha se convirtiera en su mujer. Empezó a cortejarla de manera tan persuasiva que aquella terminó accediendo a vestirse de humana e ir con él a su casa.

Unos años más tarde, el matrimonio ya había tenido dos hermosos niños. Sin embargo, el pescador comenzó a notar que su esposa se comportaba de manera misteriosa. Parecía sumida en un estado de melancolía y salía a pasear en la madrugada. El hombre decidió seguir a su esposa en uno de sus misteriosos recorridos; así vio que entraba en una cueva y que allí conversaba con susurros con alguien que se mantenía oculto. Cuando la extraña conversación terminó, él regresó a su hogar y se acostó para que su mujer no sospechara.

Al día siguiente, cuando volvía a su casa al anochecer, vio a dos focas, una hembra y un macho, tendidas sobre las rocas. El macho se incorporó y le habló al sorprendido y boquiabierto pescador. Le dijo que él había abusado de la confianza que las focas tienen en los hombres y que lo había despojado de aquella que habría de ser su compañera y agregó: “Fue apenas unas noches en que después de encontrar su piel supe lo que le había ocurrido. Yo no te deseo ningún mal, pues sé que te has comportado con bondad con ella y mi alegría es tan inmensa por haberla recuperado que sólo te pido que te despidas de ella”.

Mientras, la otra foca sólo estaba observando al pescador y éste alcanzó a reconocer las facciones de su esposa en este animal. Cuando el apenado marido quiso reaccionar sujetándola, las dos focas se sumergieron en el océano. El hombre regresó triste a su hogar en donde sólo lo esperaban sus hijos.

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