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En la tradición oral mexicana hay muchos relatos vinculados con los animales; posiblemente se debe a la importancia que la fauna ha tenido en la cosmovisión de las etnias en todo el país. Quizá por su constante cercanía o por su gran utilidad, el perro es muy citado en la mitología de México. Moraima Marín Ronzón publicó un caso que ejemplifica lo anterior y la versión proviene de la región conocida como la Huasteca veracruzana.

El abuelo Simón contó a sus nietos que cierta vez un terrible ciclón azotó a su comunidad. Las lluvias fueron copiosas y cayeron durante muchos días. La gente aguardaba en sus casas a que el temporal cesara. Los campesinos estaban preocupados porque tenían que ir a sus milpas para trabajar y mantener a su familia. En el caso del abuelo, además de su esposa, sus nietos dependían de él.

Aprovechó un día que no hubo chubasco para ir a su milpa, pero encontró grandes charcos y lodazales en el camino. Al llegar a su terreno, cosechó los elotes suficientes y los cargó como siempre. Pero en el sendero del retorno encontró una zanja muy honda. Calculó que tendría un par metros de profundidad y como la lluvia amenazaba de nuevo, pensó que mientras más tiempo pasara más difícil sería cruzarla. En ese momento Simón no supo cómo hacer para pasar al otro lado. Pero se le ocurrió regresar a la milpa y guardar los elotes para recogerlos otro día. Así lo hizo y volvió a la zanja dispuesto a atravesarla aunque fuera nadando.

El abuelo decidió quitarse la ropa y los zapatos, pero justo en ese instante sucedió algo extraordinario. Vio a un enorme perro de color negro acercarse a él. En son de broma pero un poco nervioso le dijo: “Deja que te monte y me llevas a mi jacal”. Mientras tanto la llovizna empezaba y la zanja se haría más honda. Sucedió que el perro se acercó y dejó subir a Simón en su lomo con una manifiesta mansedumbre. Con mucha facilidad aquel obediente can lo cruzó hasta la otra orilla de la zanja.

El perro dejó al abuelo en una parte seca del camino y éste, sin salir de su asombro, caminó rápidamente hacia su casa. Cuando llegó a su hogar su esposa se sorprendió de verlo de regreso tan pronto y con la ropa seca. Entonces Simón, muy emocionado, le contó a su mujer lo sucedido. Pero no encontró explicación alguna del porqué aquel perro lo había ayudado.

Al poco rato, Simón le narró nuevamente a su esposa lo que le había pasado y se percató de que este acontecimiento era un verdadero milagro. Pero le dijo que no se lo revelara a nadie porque la gente iba a pensar que tenía algún pacto diabólico o que simplemente estaba loco.

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