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Apesar de que en muchos mitos griegos se consigna que es imposible ir y regresar del mundo de los muertos, hay varios relatos acerca de personajes que sí consiguieron tal hazaña. Gordon Cheers narra el caso de Eneas.

En uno de sus viajes, el príncipe troyano Eneas, llegó a la antigua ciudad de Cumas, en el sur de Italia, y entró a la enorme cueva en donde Sibila revelaba sus profecías. Ella le predijo al príncipe que los troyanos llegarían sanos y salvos a su patria, pero después tendrían que sufrir una terrible guerra. Posteriormente, Eneas quiso volver a ver a Anquises, su difunto padre, y le pidió a Sibila que le ayudara a entrar en el averno.

Ella le advirtió que era fácil descender pero lo difícil sería retornar al mundo de los vivos. Sin embargo, llegaron a un acuerdo y le dio las instrucciones. Primero debía encontrar en el bosque una rama dorada consagrada a la diosa Hera que sólo a los elegidos se les permitía tomar. Una vez arrancada, del mismo árbol nacería otra rama aurea destinada al siguiente héroe. También le dijo que si lograba hacerlo, esto querría decir que sí podría ir y volver del inframundo.

Las palomas de Venus guiaron a Eneas por el bosque hasta llegar al lugar en donde se encontraba la rama dorada. Eneas la arrancó y se adentró en el subterráneo acompañado por Sibila. Ella le dio un narcótico al Can Cerbero para aquietarlo y que cediera el paso. Ambos caminaron en la constante penumbra del infierno hasta llegar al río Estigia. Allí el barquero Caronte trató de impedirles cruzar el río, pero al mostrar la rama aurea les permitió pasar.

En su trayecto, Eneas encontró las almas de muchos muertos que habían sido sus amigos y otros sus enemigos; monstruos que había oído en los relatos.

Más adentro vio a los fantasmas de personajes famosos que habían muerto durante las constantes guerras. Algunos se mostraban ansiosos por hablar con él, otros retrocedían como si temieran que Eneas fuese a matarlos por segunda vez. Dado que Eneas era muy noble se le permitió evadir los sitios más peligrosos.

Sibila lo apremió para dirigirse hacia a los Campos Elíseos, una de las cuatro partes del inframundo griego en donde llegan aquellos que fueron virtuosos.

Avanzaron un poco más y fue cuando se encontró con su amado padre; automáticamente trató de estrecharlo entre sus brazos, pero éstos traspasaron una y otra vez el cuerpo del fantasma. Anquises dijo a su hijo, a manera de profecía, que él tendría una descendencia encarnada por futuros gobernantes, quienes finalmente habrían de fundar el reino de lo que hoy es Italia.

Eneas regresó al mundo de los vivos a través de las puertas de marfil, por las que todas las noches circulan los sueños falsos.

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