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¿Necesitamos un mundo aparte, en el que todos tengamos lugar? ¿Hemos hecho de la tierra un espacio lo suficientemente hostil como para que todos nos sintamos excluidos en algún momento? Lolo es un niño que está en contacto con seres de otro planeta, a ellos les explica cómo es la vida en la tierra y cómo nos comportamos los seres humanos. Muchas veces nuestro comportamiento es cruel y distante, por eso Lolo tiene la esperanza de otro mundo, en el que las palabras no duelan y nadie lo señale por ser diferente. Su máxima línea de comunicación son dos vasos unidos por un hilo; éstos se convierten en los conductos para verter sus inseguridades, sus miedos y sus dudas. La escuela es una jungla hostil para Lolo, los niños lo señalan y los letreros Niña-Niño no son lo suficientemente claros para él. Su madre lo ama, se lo dice muchas veces, pero las palabras no siempre son suficientes. Lolo tiene un secreto, cargarlo pesa mucho, tanto que a veces le hace llorar de la nada, quedarse afuera, esconderse y sentirse mal consigo mismo.

Las actuaciones son hermosas, una casi irreconocible Vicky Araico interpreta a una conserje de escuela que acompaña sus largas faenas de limpieza con música. Ella es rara, diferente, su forma de hablar no es como la de los demás. Ella siempre se aísla del mundo en cuanto se pone los audífonos, la música empieza su magia, y es justo ahí donde se encuentra con Lolo. Aparentemente la obra trata el tema de la transexualidad para las niñas y los niños. ¿Cómo hablar de ello si es su temor más grande? ¿Qué dirán su mamá, su familia, sus maestros?

En el planeta imaginado por Lolo nadie pregunta, lo quieren como es, por eso él espera con ansia que un día vengan por él. La dramaturgia de Luis Eduardo Yee construye personajes entrañables, con los que todos podemos sentirnos identificados, porque todos, en algún momento, sentimos que no encajamos en el mundo, que quizá si fuéramos de otra manera la vida sería más fácil. Todos podemos sentirnos señalados y diferentes, discriminados por chaparros, gordos, morenos, altos, provincianos, rubios, delgados… así es la discriminación; le cabe todo.

Quizá por eso disfruté tanto la obra, porque, aunque aparentemente habla para un sector, la obra nos habla a todos. Fui a verla con un amigo que a veces se pinta los labios o los ojos; a media función, lloramos con la frustración del personaje, con su miedo a decir. Cuando salimos del teatro, traíamos el maquillaje corrido en el rostro; las lágrimas limpian y a veces también ensucian un poco. Él sacó su pañuelo y nos limpiamos la cara, como minutos antes, al hacer catarsis con la obra, el teatro nos había limpiado un poco el alma. A la obra “Acá en la tierra”, le quedan pocas funciones en el teatro Milán, sábados y domingos a las 13:00 horas. Dramaturgia: Luis Eduardo Yee. Dirección: Rebeca Trejo. Completan el elenco: Assira Abate y Mahalat Sánchez.

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