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El 15 de septiembre se estrenó la segunda temporada de “Las crónicas del taco”. Una serie producida por Netflix, hoy por hoy la red de streaming más popular del mundo. El segundo capítulo de esta temporada sorprende a los yucatecos, pues está dedicado a uno de nuestros platillos más representativos: la cochinita pibil. El episodio, además de ser un viaje por los ingredientes de nuestra gastronomía, hace un paneo por algunos municipios, paisajes, bordados, colores y principalmente por mujeres dedicadas a la cocina. Mujeres que ejercen su alquimia desde el calor del fuego, desde la herencia que pasa por la mirada de las abuelas y no se escribe en ningún recetario, más bien se acuna en la memoria del corazón. Ellas cocinan desde un lugar lejano a los chefs “famosos”, cocinan desde la tradición.

Habitan la cocina porque, al nacer mujeres, nacieron programadas para eso, como dice Míriam Peraza: “En mi generación, si nacías mujer, nacías con muchos compromisos, uno de ellos era saber cocinar”. Anita, otra de las cocineras, cuenta: “A mí no me gustaba, yo decía: abuelita, quiero estudiar, no quiero cocinar. Pero antes no podías, tenías que hacer lo que te mandaban, así me empezó a gustar la cocina, hasta agarro mi triciclo y me voy a leñar, porque la comida cocinada en leña sabe más rica”.

Me encanta el orgullo que se respira entre ellas, su incredulidad: “¿Quién me iba a decir que a mi edad iba a salir en la televisión?”. Lo que más les emociona es mostrar el rostro de Yucatán a través de su gastronomía, hacerles agua la boca a los televidentes y tentarlos a venir a Yucatán a disfrutar unos deliciosos tacos de cochinita pibil con su cebolla morada y su toque de chile habanero.

“El manjar blanco”, ubicado en Santana, es el lugar ideal en Mérida para comer unos buenos tacos de cochinita con su respectiva agua de chaya. Cuando voy a la Ciudad de México, es común que me pregunten: ¿Aquí dónde puedo comer unos buenos tacos de cochinita? Mi respuesta siempre es: en Yucatán. Las mezclas que hacen en la CDMX, con queso, frijoles, crema y tanta cosa, hacen que se pierda el sabor original de nuestro tradicional guiso, que a lo mucho requiere algo de su propio caldo y grasita para un sabor perfecto.

A mí me tocó dar voz a la cochinita pibil, en un exhaustivo casting convocado a nivel nacional fue muy reñido obtener ese personaje. Cuando llegué al estudio a grabar, sobre el video había una voz impostada, que buscaba hablar como yucateca. La escuché y le dije a la productora: “Los yucatecos jamás les hubiéramos perdonado que alguien que no es yucateco imitara nuestro acento y nos representara en algo tan nuestro”. Agradezco ser parte de este suceso que hoy pone a Yucatán en la mira de 190 países. Pero sobre todo agradezco hacer una pequeña comunidad con estas maravillosas mujeres que aman su trabajo, su tierra, que miran muy alto, pero sin perder el piso: “Yo no cambio mi humildad por 2 minutos de fama”.

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