Mejillones
Pequeñas islas flotan sobre Ría de Vigo, y en ellas "habitan" auténticos tesoros de la economía... y la gastronomía.
Una de las primeras cosas que atrajeron poderosamente mi atención después de aterrizar en el aeropuerto de Vigo y tomar la autopista AP-9 con destino a Pontevedra fue observar una gran cantidad de pequeñas islas, semejantes a unas balsas, flotando en la tranquila superficie del agua en la Ría de Vigo. El cortés conductor de la furgoneta en la que viajaba se apresuró a explicarme de lo que se trataba, se llaman bateas y en ellas se cultivan mejillones.
Por supuesto que nada tienen que ver con las bateas yucatecas, que aún es posible observar en los solares de las viviendas mayas de todo el Estado, y también en algunas residencias más “catrinas” de la ciudad de Mérida, para lavar cuidadosamente a mano aquellas prendas que requieren un proceso más efectivo que el de las modernas lavadoras.
Con notorio orgullo, el atento caballero me explicó algunos interesantes datos de la miticultura gallega, que constituye uno de los principales pilares de su economía al brindar empleo a alrededor de 15 mil personas contando empleos directos e indirectos.
Existen exactamente tres mil 337 bateas, ni una más ni una menos, es la cantidad autorizada por el Consejo Regulador del Mejillón de Galicia, cuyo objetivo es el fomento de la calidad del mejillón gallego. Este molusco bivalvo cuyo nombre científico es Mytilus galloprovincialis, habita una concha formada por dos valvas iguales de carbonato cálcico que en su exterior tienen un color negro azulado. Al interior, la vianda tiene habitualmente un color anaranjado, más intenso que los mejillones procedentes de otros lugares, debido a las excepcionales condiciones en cantidad y calidad del fitoplancton de las rías gallegas. La FAO considera que las rías gallegas de Vigo, Pontevedra, Arousa, Muros-noia y Ares Betanzos son uno de los depósitos más importantes de fitoplancton del planeta.
El diseño de la batea es autóctono y gracias a él Galicia es líder europeo en producción de este molusco. Es un auténtico vivero flotante construido con un entramado de madera de eucalipto, de forma más o menos rectangular, que se mantiene suspendido mediante un sistema de flotadores, y del que se atan y cuelgan las cuerdas en las cuales crece el mejillón.
Gracias a la riqueza de nutrientes que la naturaleza regaló a las rías gallegas, a la eficiencia de las bateas y al trabajo dedicado de las talentosas personas que se dedican a la actividad, el mejillón consigue alcanzar su talla comercial que es entre 70 y 95 mm en tan sólo 17 meses, cuando en el resto de Europa o en otros lugares del mundo, tarda de dos a seis veces más tiempo.
Adicionalmente, la miticultura es un ejemplo de actividad sostenible, ya que es económicamente viable, socialmente equitativa y medioambientalmente amigable. Y por si todo eso fuera poco decir, cocinados a la provenzal o en escabeche de vinagre de sidra son excepcionalmente deliciosos. ¡Provecho!