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“Hola, buenas tardes, no sé cómo se encuentren ustedes; por acá, mis hermanos, tengo más de ocho días que no escribo y no mando nada, me gustaría k me mandarán oraciones, porque la mera verdad estamos bien enfermos por acá: el k escribe, mi esposa, mis dos hijas, mi nuera, mi hijo y mi nieto que es el enfermero y él nos tiene bajo control en línea con otra Dra. k lo está apoyando. Dios me los cuide a todos ustedes”.

Recibí el mensaje anterior a las 13:15 pm del 7 de junio pasado. Era del WhatsApp de un compañero, teniente de navío en retiro, con quien trabamos amistad a mediados de los 70 en un barco en Mazatlán, siendo él cabo de mar y yo, marinero. Eleazar ya no escribió. Ocho días después, una de sus hijas lo hizo en la cuenta de su papá, dijo que estaba ingresado en el hospital naval de Acapulco, de donde era originario y donde residía; el 21 de junio informó que se agravaba su condición a causa del coronavirus, y el 27 de junio a las 19:31 horas compartió: Papá falleció hace un momento.

El pasado 17 de junio, el titular de la Sedena informó que, desde que inició la pandemia en México, al menos 238 militares habían perdido la vida a causa del Covid-19, y reconoció que durante la crisis sanitaria se han contagiado muchos elementos de las fuerzas armadas. Al día siguiente se dio a conocer el primer fallecimiento de un soldado en Mérida. Se ha sabido de varios, como el del comandante de la VII Zona Naval de Ciudad del Carmen, y es de suponerse que la cifra se ha incrementado, incluidos derechohabientes, tanto que Banjercito informó que está agilizando la entrega de beneficios económicos a los deudos.

Si el confinamiento es difícil para los civiles, imaginemos cómo es para los soldados y marinos en sus cuarteles, dependencias y barcos, donde no sólo tienen que cumplir su labor rutinaria y otras encomiendas (construcción de aeropuertos y bancos, vigilancia en sitios estratégicos), particularmente en el marco de los planes DN-IIIE y Marina, con lo que se metieron de lleno en la batalla contra el coronavirus, transformando unidades médicas y otras instalaciones en hospitales para atender a pacientes con Covid-19.

A lo anterior hay que agregar que la convivencia se hace en situaciones de riesgo extremo, dado que las actividades se realizan casi siempre en conjunto y se comparten espacios, equipo y utensilios, lo que impide cumplir protocolos mínimos para evitar contagios. Por ejemplo, un barco es tan reducido que sólo una persona puede transitar por escaleras o entrar por puertas estancas o escotillas, y hay muchas áreas comunes para la tripulación, como sollados (dormitorios), baños y comedores.

Sin duda, hoy más que nunca es todo un reto para las fuerzas armadas cumplir con la multiplicidad de misiones que le han sido encomendadas y que, a pesar de todo, se llevan a cabo con profesionalismo, espíritu de cuerpo y vocación de servicio.

Anexo “1”

Se portaron bien

Finalmente no pasó nada desagradable en la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Donald Trump. Creo que ambos acataron recomendaciones como las que nos hacían nuestros padres cuando íbamos de visita a casa ajena o alguien venía a la nuestra: “Pórtate bien, que nada te cuesta”. Y así lo hicieron. Hubo intercambio de elogios; se llamaron amigos; dijeron que ambos llevan a cabo un “trabajo magnífico” y comparten una relación basada en confianza y respeto mutuo.

Una declaración conjunta (por qué la firman, no lo sé) selló el encuentro con el compromiso de forjar “una amistad cercana, acelerar el progreso hacia un mucho mejor futuro, con una región próspera, un hemisferio floreciente y dos naciones soberanas creciendo, avanzando, una junto a la otras”. Muy buenas intenciones que pronto estarán en el olvido conociendo a Trump y a AMLO.

Pero, nunca falta el prietito en el arroz, pues muy temprano, en Washington, luego de realizar una ofrenda en el monumento de Abraham Lincoln, se trasladó a la estatua de Benito Juárez donde realizó la misma acción y ahí López Obrador fue abucheado por varias personas y tuvo que escuchar gritos de inepto y corrupto. Otro grupo mayor de simpatizantes acudieron al lugar  para darle la bienvenida y externar su apoyo a su gobierno.

Fue, hay que reconocerlo, un buen punto para el Presidente de México.

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