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Jean Tirole ganó en 2014 el Premio Nobel de Economía como distinción a su trabajo denominado “Análisis del poder del mercado y la regulación”; su preparación académica previa consistió en estudios de ingeniería civil en caminos, doctorados en Matemáticas por la Universidad París-Dauphine y en Economía por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

¿Qué es la regulación? Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), “las regulaciones son entendidas como el amplio rango de instrumentos legales y decisiones -constituciones, leyes parlamentarias, legislaciones subordinadas, decretos, órdenes, normas, licencias, códigos y aun los instrumentos informales-, mediante los cuales los gobiernos establecen condiciones en la conducta de los ciudadanos, las empresas y el gobierno mismo. Los sistemas regulatorios no sólo comprenden las reglas nacionales, sino también las reglas desarrolladas por niveles subnacionales de gobierno, además de las reglas desarrolladas en los procesos internacionales”.

En este sentido, suponer que el mercado es una institución natural -como pregonan algunos neoliberales extremos- es pecar de ingenuos, la literatura económica ha documentado y expuesto que los mercados son el resultado de acciones u omisiones estatales deliberadas.

Cada vez que realizamos una operación transaccional con otra persona, se cumple dentro del marco de una institucionalidad que regula y determina las condiciones de derechos y deberes que involucra esa transacción, de este modo, cuando existen desacuerdos en la transacción, la parte que se considera agraviada acude a las instancias correspondientes para obtener una solución al conflicto; sin embargo, en la mayoría de los casos, una de las partes tiene mayor y mejor información de mercado e institucional y otros recursos para someter casi siempre a la parte agraviada. Si este hecho se repite constantemente, es claro que existe una falla en la institucionalidad y también un poder de una de las partes en detrimento de la otra -casi siempre con la complicidad del estado o de sus burócratas reguladores-. La posibilidad de la captura del burócrata es mayor cuando aumenta la frecuencia de entrevistas entre agentes reguladores y regulados, ya que estos últimos por lo general los constituyen grupos pequeños y homogéneos, con capacidad económica y social para integrar cuerpos de cabildeo, con atribuciones para ofrecer empleo lucrativo a los servidores públicos, que apoyen la lógica de los regulados, cuando su encargo concluya.

Por otro lado, los consumidores en sí mismos son un grupo heterogéneo, que todavía es más pulverizado por políticas de marketing que los “convencen” de que son diferentes al vecino también agraviado, lo que impide una organización consistente que reclame mejores servicios y productos. Es en las capas inferiores de la sociedad donde la subsistencia les ha otorgado cierto “blindaje”. Tal vez por el volumen de afectados y/o por coincidir como víctimas en el mercado de trabajo es que se organizan en temas como transporte público, agua y luz. En mi opinión, para un mejor desarrollo de los mercados, la clase media también debe organizarse como consumidora y conglomerado social. Muchos años atrás los estudiantes estábamos organizados.

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