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La seguridad alimentaria es un derecho humano, el cual debe preservarse por sobre todas las cosas; dentro de este espectro se encuentra el derecho a adquirir alimentos de buena calidad y que además sean saludables, y más si estamos hablando de niños.

Es por eso que, durante años, los expertos en nutrición hemos pugnado por impulsar políticas públicas que prohíban cualquier tipo de publicidad de productos chatarra dirigida a niños y niñas, por su condición de vulnerabilidad.

En América Latina hemos comenzado a ver naciones realmente comprometidas con el tema: Chile, Uruguay y Perú son ejemplo de ello. Mientras tanto en nuestro país no hemos tenido nada más que simulación, ya en el gobierno de la república saliente y en contubernio con la industria alimentaria hizo una regulación “a modo”, exponiendo a los infantes a más publicidad que antes de dicha regulación.

El cambio hacia una política saludable no debe ser visto como algo impensable o imposible, de hecho la solución es bastante simple -tal y como han demostrado otros países-: mensajes claros que indiquen la peligrosidad de un producto son más efectivos que números y porcentajes difíciles de ver y entender; asimismo, es más fácil de controlar, por ejemplo: si el producto tiene una etiqueta de advertencia por su alto contenido en azúcares, grasa, sodio o kilocalorías, entonces dicho producto no podrá entrar en las escuelas, ni se podrán ofrecer regalos, promociones o gráficos que sean atractivos para los niños.

Ya se ha mencionado con anterioridad, pero las miradas y los oídos de los que hacen las políticas públicas prefieren voltear hacia otro lado, volviéndose cómplices de estos “pedófilos publicitarios”, quienes se han vuelto especialistas en violar los derechos de los niños y las niñas aprovechándose de su vulnerabilidad, atrayendo su atención y volviéndolos adictos a los ingredientes de sus productos.

El consumo de bebidas endulzadas remplaza el consumo de agua como fuente esencial de hidratación, las golosinas desplazan a las frutas y verduras y los cereales refinados al consumo de fibra; la verdadera lucha de aquella frase “con nuestros hijos no te metas” debería ser congruente y realmente trabajar en presionar al Congreso de la Unión para realizar políticas significativas y evitar el consumo de productos chatarra en edades tempranas.

Es momento de enfrentarnos a esta situación de manera directa, acabar con el ambiente obesogénico que está matando a niños, adolescentes y adultos en nuestro país.

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