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Algo que ni el SARS-COV-2 pudo evitar es que comenzaran los golpeteos en la política estatal, primeramente, entre partidos, pero también entre los núcleos de éstos, y es que lo que se interpretó como “un berrinche” del gobernador ante la negativa del Congreso del Estado, en realidad es una bala que se utilizará en unos meses, cuando las campañas políticas comiencen y la crisis post pandemia sea más visible, una bala que seguramente explotará en las manos de los legisladores que votaron “no” a la inversión y rescate económico.

Lo anterior desde una mirada a los choques entre líderes de partidos; en lo interno y bajo la misma votación, las fracturas fueron más profundas; los priistas no votaron en unanimidad para negar el préstamo del gobernador, ya que algunos decidieron pensar mucho más en su población distrital que en las líneas partidistas, y esto llevó a que su ominoso presidente nacional, Alejandro Moreno, orientara toda su furia hacia esos diputados locales buscando ahora su expulsión del partido, grave error.

Alejandro Moreno, quien abandonó la gubernatura del estado de Campeche para contender por la presidencia de su partido y reorganizarlo y reunirlo después de la catástrofe vivida en 2018 no ha podido hacer ni lo primero ni lo segundo, sino todo lo contrario; con un carácter visceral e iracundo, ha hecho lo que ni las elecciones internas habían logrado: separar aún más a un partido que prácticamente estaba en la lona. Con acciones al estilo del viejo PRI, ese autoritario, mezquino y depredador -pero ya sin su fuerza- quiere terminar de destruir lo que Morena dejó en retazos.

Moreno Valle ahora exige la expulsión de militantes, quienes no sólo son fieles y leales a su partido, sino que además llevan años militando en él; su ataque parece más una granada autodestructiva que un cañonazo de poder, y es precisamente en esta autodestrucción donde sus posibilidades de mantener a flote el priismo yucateco para la elección de 2021 quedan acabadas, incluso antes de contender. Lo explico brevemente: en caso de que el proceso de expulsión se concrete se quedaría sin cuatro diputados locales en Yucatán, con lo cual el PRI perdería su mayoría en el Congreso del Estado, cediéndole incluso la Junta de Gobierno al PAN y con esto más espacios de maniobra al Ejecutivo estatal; si el caso fuera diferente y no procediera la expulsión, quedaría como el presidente nacional que sólo hace rabietas pero que no tiene el poder suficiente para que se conviertan en una realidad; ésta es la clara definición de una autodestrucción política.

En el lado del partido blanquiazul la cosa es más sutil, y ya grupos anónimos comienzan a filtrar nombres para ocupar las añoradas diputaciones locales, y para nada sorprende que intenten reelegir a todos sus diputados locales.

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