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En esta pandemia hay muchas personas sin voz, uno de estos grupos silenciasdos es el de los niños y niñas, quienes han vivido y sufrido el confinamiento de una manera diferente y es que, aunque las realidades de muchos son distintas, hay una inmensa mayoría que tiene a padres y madres atravesando una incertidumbre económica que se transforma en muchas ocasiones en maltrato infantil consciente o inconsciente dentro de casa.

Esto aunado al impacto de la suspensión de clases que desde abril se instauró; se sabe que los niños y especialmente las niñas en edad escolar que dejan de estudiar tienen más probabilidad de no regresar a clases nunca más, lo cual restringirá sus oportunidades de crecimiento y movilidad social que es tan difícil en nuestro país.

Bajo este tema educativo, el Banco Mundial ha instado a los gobiernos locales a transformar sus sistemas educativos a modalidades a distancia y gestionar la continuidad de los estudios para evitar deserciones.

Este modelo en específico se realizaba el sexenio pasado y fue la punta de lanza de la campaña del exgobernador Rolando Zapata Bello pero en este gobierno se eliminó sin prever que su continuidad estaría apoyando a cientos de familias y niños y niñas en su proceso de educación y no limitarlo a 3 horas por la televisión.

Aunque en las zonas urbanas las restricciones de movilidad son más estrictas, en las zonas rurales es muy diferente, eso coloca en riesgo a los escolares, ya que el no contar con una comunidad escolar puede afectar la salud mental y su convivencia con los demás, lo cual puede generar comportamientos nocivos y en los adolescentes aumentar su fertilidad.

En esa misma tónica, las niñas tienen mayor vulnerabilidad, ya que el confinamiento ha aumentado los ataques sexuales contra ellas, lo cual ha evidenciado aún más la crisis de violencia de género que desde hace años vemos; no olvidemos que en nuestro país una menor de edad es asesinada por día.

Por otro lado, en las zonas rurales hay un grave riesgo de que aumente la desnutrición infantil, ya que muchos niños recibían los beneficios del programa de desayunos escolares o los comedores comunitarios, cuyos alimentos saludables eran los únicos que consumían a lo largo del día y que además beneficiaban igualmente a la familia, pues dejaban de invertir recursos económicos en ese tiempo de comida y ahora se les ha dificultado.

Aunque el gobierno del estado se ha esforzado es que se desdibuje el respeto a los derechos humanos, como sociedad debemos evitar de manera enérgica que la crisis sanitaria se transforme en una crisis de derechos humanos; este asunto es un elemento indispensable para la construcción de nuestra nueva sociedad del futuro.

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