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Tengo por costumbre tratar de conocer el límite de las capacidades de las personas que trabajan en el equipo al que pertenezco y piden una oportunidad para hacer más, porque es la mejor manera de quitarte la duda del famoso hubiera. En ocasiones sale bien, en otras no tanto, pero al final siempre vale la pena el intento.

En otros casos me la tomo con reserva, pero quienes pertenecen a las nuevas generaciones son de lo más atrevidos a la hora de recomendarse a sí mismos como las estrellas que se creen son y los resultados pueden sorprender.

Mi única encomienda va hacia la hora de la práctica laboral, porque ahí hay problemas de lenguaje y aceptación.
¿Qué me gusta de ellos? Muchas cosas.

La primera es que siempre tienen ganas de aceptar retos, no importa la magnitud. Otra importante, al menos para mí, es que cuando se equivocan con pequeñas decisiones, aunque pasen dos días, vienen con una conversación donde en algún momento habrá una disculpa, aunque la charla sea de cuatro minutos.

Asombrosamente si tuviste razón en una desavenencia y ya revisaron el video, el chat o el audio que testifique la plática o algo así, seguro te enterarás por la boca del sujeto en cuestión.

Llegan a tiempo, les importa estar donde deben.
Son totalmente tecnológicos, usan más de una pantalla, incluso a veces al mismo tiempo, leen para saber, son prácticos al momento de investigar y muchas otras cosas más, y aunque no puedo dejar de ver que, como en todas las generaciones, también hay un lado no tan bueno, me tienen maravillada.

Las personas de menos de 20 años son compañeros de trabajo dispuestos que hacen de muchas oportunidades un aprendizaje, poseen esa capacidad multitasking que los deja en un lugar cómodo en tiempos donde los millenials serán rebasados a la velocidad de la luz.

La empresa Merrill Lynch los describe en el estudio denominado “New kids on the block. Millenials & centennials primer” como las personas que nacieron con un teléfono inteligente en las vidas, que habitan en las redes sociales y no recuerdan al planeta sin conexión.

Mientras que The New York Times en uno de sus artículos explica que desafortunadamente la capacidad de los centennials para mantener la atención es muy corta, de unos 8 segundos, están acostumbrados a la sobrecarga sensorial y, por este motivo, la cantidad de tiempo que necesitan para filtrar a través de la información se reduce notablemente. El truco está en enviar mensajes cortos, fáciles de entender y de digerir.

Creo también que en los países latinoamericanos las características de las generaciones se mezclan un poco más. Esa es mi teoría.

Pero yo mejor aprovecho que es lunes y que tengo muchos centennials a mi alrededor para disfrutar de lo que la semana nos divertirá entre sus buenas ideas. ¡Que sea feliz!

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