|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Una vez más este fin de semana me sorprendió darme cuenta que en el siglo XXI no hemos aprendido mucho cómo tratar a las personas diferentes, y no es crítica, es una realidad que no solo nos persigue, también nos hace débiles.

Tuve la oportunidad de ir con mi mamá por su nuevo teléfono y resulta que ahora las firmas para las adquisiciones en una de las empresas que venden el aparato y el servicio telefónico son digitales.

Y les cuento que nadie le explica a quienes plantean esas ideas tan modernas de desaparecer el papel (espero que en la búsqueda de un mejor planeta) que no todos pueden tener la facilidad de firmar en una pantalla, pero no hay otra opción.

Las reglas del juego están hechas por personas que no piensan en quienes son diferentes.

Lo más sorprendente de mi historia es que la amable chica que nos tocó en fortuna que nos atendiera se sorprendió tanto con la noticia de que su cliente que ya había hasta pagado el nuevo celular no podía firmar debido a su capacidad diferente, se quedó muda y más tarde se desvivió por conseguir que una mujer como ella con diferentes maneras de actuar pudiera poner su huella en una firma en una pantalla que no veía y que se movía cuando la tocaba, lo cual hacía muy complicado el proceso.

La cara de la joven al enfrentarse a un hecho, que no me parece inaudito, y su siguiente proceder de atender bien a la clientela pero cumplir con los mandamientos de la empresa, la pusieron al borde del colapso.

Por eso afirmo que no estamos preparados para atender a otros que entendemos son diferentes a nosotros. Veo ansiedad, nervios y hasta pena en los ojos de los otros y no entiendo por qué. Claro, para mí es normal.

Soy afortunada de tener el ejemplo de Yolanda en ser feliz aun viviendo en el mundo que está hecho para los que sí se ven, donde nada la detiene, pero es una historia real que las personas han decidido en muchas ocasiones que la discapacidad es únicamente visible para quienes utilizan una silla de ruedas para transportase y han dirigido sus baterías a ese sector de la población.

Para ellos hay estacionamientos, rampas, accesos y otras cosas. Los demás no tienen las mismas prioridades, excepto en pantallas de cajeros automáticos, algunos menús y caminos marcados en el piso.

Pero hay muchas tareas más por hacer que están relacionadas con no saber comportarnos o ayudar a quien no escucha, no ve, no entiende. Solemos hablar más fuerte, casi ni pensar en tocar a la persona y muchos otros gestos que nos ponen en esa dificultad.

Tendríamos que aprender modos y modales por lo menos para saber disimular frente a los otros humanos. No es mi caso.

Por eso aprovecho que es lunes para compartir con otras personas que como yo entienden lo que es la diversidad. ¡Que sea feliz!

Lo más leído

skeleton





skeleton