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Existe en la psicología un mecanismo de defensa llamado racionalización, a través de él nos construimos un discurso con el cual ocultamos la verdadera razón de nuestro proceder, también lo utilizamos para evitar conectar con deseos o sentimientos que no queremos aceptar en nosotros mismos; nos brindamos razones lógicas para afrontar los problemas aun cuando estas razones sean solo un mecanismo de negación.

Como el caso de la zorra que pretendiendo alcanzar unas uvas salta en repetidas ocasiones sin lograr su cometido; cansada y sin haber alcanzado las uvas la raposa exclama: ¡no importa, están verdes! Utilizando una razón lógica para acallar su sentimiento de frustración por no haberlas alcanzado.

Racionalización es lo que hacemos cuando aseguramos que disfrutamos plenamente de nuestra libertad sin tener ataduras de pareja, cuando en realidad en nuestro interior anhelamos a alguien con quien compartir nuestra vida.

Según parece, este proceso de racionalización se extiende cada vez más en nuestras sociedades y se está utilizando en demasía para tratar de negar todo efecto doloroso, frustrante y negativo de los hechos que rodean nuestra vida; casi obligadamente vivimos en el reino del optimismo, bañados en la creencia de que todo lo que sucede es bueno.

Hace unos días escuché a una mujer comentar que ella no podría encontrar nada de bueno en el hecho de que uno de sus hijos falleciera, no faltó quien inmediatamente le respondiera que si alguno de sus hijos fallecía era porque ya había cumplido con su propósito en esta vida y estaba listo para estar ante la presencia de Dios.

La desesperación del ser humano por encontrar lo bueno en un acontecimiento tan desgarrador como la pérdida de un hijo es un claro síntoma de que muchos seres humanos en la actualidad se niegan a aceptar que la vida también tiene acontecimientos que son simplemente malos y que al vivir en un mundo imperfecto estamos condenados a sufrir sus imperfecciones.

No se puede negar que con una actitud positiva y de esperanza, cualquiera de nosotros puede generar luz a partir de la obscuridad; sin embargo, eso no significa que el acontecimiento tuviera algo de bueno en sí.

Los seres humanos tenemos pendiente el saber plantar la cara a los acontecimientos más difíciles, dolorosos y desgarradores, sin tratar de endulzarlos mintiéndonos a nosotros mismos diciendo que algo de bueno tendrán; hay acontecimientos que son y seguirán siendo intrínsecamente malos, el cómo respondamos ante ellos es otra historia que en nada podrá disminuir lo malos que en esencia son.

Dar la cara a aquellos acontecimientos que laceren nuestra vida en lugar de ocultarlos bajo una capa de miel nos permitirá vivir más auténticamente y ser más plenamente humanos.

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