|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Durante milenios el ser humano se vio obligado a esperar para lograr lo que quería; trasladarse de un lugar a otro implicaba cansadas semanas o meses viajando a pie por caminos polvorientos o en el mejor de los casos haciéndolo en carreta, lo que no agregaba mucha velocidad al desplazamiento.

Construir edificios como catedrales era cosa de décadas cuando bien le iba y muchas empresas requerían de años y décadas.

El desarrollo de la tecnología fue acortando cada vez más los tiempos para que obtuviéramos aquellos satisfactores que necesitábamos; la cantidad de esfuerzo y espera para obtener aquello que necesitábamos o simplemente deseábamos fue disminuyendo dramáticamente conforme las décadas fueron transcurriendo.

Si antes había que esperar algunos meses para poder asistir al último éxito cinematográfico, hoy es solo cuestión de unos cuantos días para que en todo el globo terráqueo lo podamos ver.

Si acaso no lo alcanzamos en el cine, ¡no hay problema!, más rápido de lo que pudiéramos creer lo tenemos por Internet.

Si queremos comprar alguna chamarra o vestido que no se encuentran en los almacenes de nuestra localidad, ¡no importa!, podemos adquirirlo a través de una tienda virtual y en unos pocos días lo tendremos en casa.

Vivimos en el mundo de la inmediatez. Ya sean entradas para un concierto, un medicamento que nos urge, un libro, boletos de avión o cualquier otra cosa se encuentran al alcance de la mano.

La inmediatez en las comunicaciones parece habernos entregado el paraíso en bandeja de plata, el problema es que lo creemos y lo acabamos haciendo extensivo a toda nuestra vida con resultados realmente frustrantes.

Todavía no existen relaciones humanas hechas sobre pedido y entregadas al instante, no se empaquetan y mandan noviazgos perfectamente establecidos, no hay bolsas de buenas relaciones entre padres e hijos que nos puedan entregar en la comodidad de nuestra casa, no hay manera de solicitar un matrimonio bien avenido y que nos lo entreguen en menos de 30 minutos.

Mientras el mundo de la satisfacción material avanza a ritmo acelerado, el mundo de las relaciones humanas sigue marchando por los viejos caminos de lento proceso de maduración.

No pocos seres humanos son presas de la impaciencia; acostumbrados a recibir todo tipo de gratificaciones y satisfacer sus deseos de manera inmediata, reniegan del tiempo, sacrificio, esfuerzo y dedicación que hay que poner para ir logrando buenas relaciones.

La paciencia ante nuestros errores y limitaciones es primordial; a diferencia de lo material, en el mundo de las relaciones todavía las cosas que valen la pena requieren de tiempo, dedicación y esfuerzo.

Lo más leído

skeleton





skeleton