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A pesar de que la población afrodescendiente está presente en los grandes movimientos de la historia, como la conquista, independencia y construcción del país, la mayoría no la considera parte de la comunidad. “Estos grupos forman su identidad considerando como ideología de mestizaje la que privilegia las herencias indígena y europea de la nación, a la vez que minimizan la herencia africana” (1).

Para entender cómo las migraciones africanas influyen en una parte de la población peninsular acudimos al libro “Dos narizones no se pueden besar”, en donde la Dra. Nahayeilli Juárez Huet nos narra cómo la santería cubana llega a Yucatán, así como la del tradicionalismo nigeriano, que son parte de las religiones con raíces africanas.

La categoría étnica yoruba fue una invención misionera del siglo XIX, fruto de interacción de los esclavos liberados convertidos al cristianismo en Sierra Leona y de los retornados de la diáspora provenientes de Brasil y Cuba. El territorio de los yoruba se extiende desde el sudoeste de Nigeria hasta la parte oriental de Benín. Otros grupos de ascendencia yoruba se ubican en Togo y Ghana.

En el siglo XIX miles de los retornados cubanos vivieron libres antes de volver a Nigeria y se empeñaron en tener lazos con Cuba y en Lagos conformaron una élite. Los movimientos de autoafirmación racial durante las dos primeras décadas del siglo XX en EU y el Caribe fueron también parte del contexto que reivindicaba una dignidad racial y cultural africana. En esta coyuntura emerge la construcción de la superioridad yoruba y su emblema más significativo es la religión tradicional orisha.

En América, la religión yoruba de África Occidental se considera matriz de una diversidad de modalidades de la tradición orisha: santería en Cuba, candomblé en Brasil, xangó en Trinidad y Tobago.

En la creencia yoruba existen los poderes invisibles, uno benevolente y otro hostil, en el mundo invisible puede haber tres categorías: primero los orisha, las deidades capaces de proteger o de hacer daño; segundo, los espíritus de los ancestros de la familia, y tercero, Olodumare, la deidad creadora que no es objeto de culto directo. Aquí entran los orisha que buscan apaciguar, negociar, granjear mediante la adivinación, oración, propiciación y encantamiento.

El primer santero que llegó a Yucatán fue Eugenio Mora, a principios de la década de 1990, específicamente a Progreso, pero no es en la maleta del migrante donde viaja la santería a Mérida sino en los equipajes de los artistas cubanos. Los tradicionalistas que encabezan la reafricanización de la religión yoruba se empezaron a manifestar en Mérida en 2009, gracias a la promoción que realizó el beisbolista Julio Guerra que jugó en las Grandes Ligas.

1) Castilho, Celso, Echeverrí, Marcela. Ecos atlánticos de las aboliciones, Historia mexicana[S.I.], p. 613- 626, sep.2009.

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