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Solemos pensar en la familia y a menudo algunos reducirla al ámbito meramente social o familiar -valga la redundancia-, pero la realidad es que la institución familiar es mucho más, y es que de ella se desprende todo en lo que actúe o se desarrolle el ser humano ya que todos al nacer formamos parte sí o sí de una familia.

En lo político y en lo económico la familia debe estar presente pero de un modo más específico, si la vemos como la fuente del capital humano tanto para la empresa como para el gobierno, tendríamos seguramente una actitud diferente hacia ella en cuanto a promoverla, protegerla, apoyarla y potencializarla, y los programas para esto estarían enfocados de un modo integral y no como hasta la fecha los vemos más bien individualizados, que no es que estén mal, ya que eso es mejor que no tener nada, pero si vamos cambiando el enfoque sería muchísimo más productivo para todos.

¿Qué es lo que hace que la familia sea tan importante? Parece muy sencilla la respuesta, en primer lugar porque todos los seres humanos tenemos una familia, pero hay algo más, lo que se vive en familia y que nos define como personas: allí se vive y aprende el sistema de valores y creencias, se desarrolla nuestro carácter y temperamento, recibimos educación y formación humana, encontramos nuestra dimensión espiritual y/o religiosa, experimentamos nuestras habilidades para el arte, el deporte o cualquiera otra, todas estas acciones preparan al ser humano para salir al encuentro de mayores retos por alcanzar el crecimiento de habilidades, capacidades que impulsados por la escuela o la universidad fomentarán oportunidades para el futuro.

¿Qué empresa no quisiera entre sus colaboradores personas que se distingan por brillar en lo que realizan? ¿Quién no quisiera encontrar para sus instituciones, sean públicas o privadas, empleados que tengan no sólo conocimientos prácticos según el perfil buscado sino también habilidades interpersonales y liderazgo?

Conseguir personas con conocimientos técnicos y prácticos relativos a su profesión no es tan difícil; sin embargo si elevamos la búsqueda a personas que vivan congruentemente sus valores nos encontramos con que hay una “crisis de humanidad” ya que esta preparación a menudo se encuentra en la familia y no precisamente en la calle, aun cuando existan algunas excepciones.

Es difícil enseñar la empatía a un adulto cuando nunca la vivió en casa; es difícil enseñar la solidaridad cuando no tuvieron ocasión de ser solidarios con otros, y así pudiéramos ir destacando ejemplos de casos en los que lo que no se aprendió desde la infancia resultará difícil enseñar después, aunque claro nunca imposible.

En la familia hay una lógica distinta, generalmente no priva la utilitaria o económica, sino que se rige por el amor y el bien común para alcanzar el mayor bienestar.

Si esto se reconoce, tanto en la empresa como en la sociedad, entonces podríamos ver qué podemos hacer según el lugar que ocupemos para que esta fuente de capital humano no se agote.

Si somos empleadores, ¿cómo reconocemos la importancia de la familia?, ¿les damos espacio a nuestros colaboradores para disfrutar de su familia?, ¿ofrecemos apoyos para fomentar la realidad familiar?, ¿tenemos algún modelo o programa para apoyar la integración familiar? Aunque es mucho lo que se pudiera hacer, estas ideas podrían ser un buen principio.

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