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A propósito de la misoginia, tema abordado recientemente, posterior a lamentable incidente sucedido dentro de nosocomio sembrado en el corazón del ex Fénix de la Colonia Industrial, a manera de saga, este desorden psicológico alcanzó el espacio legislativo, haciendo referencia a postura aborrecible por parte del diputado Casas del estado de Morelos, por tan solo citar.

El personaje referido hizo uso de la palestra y con vocabulario impropio y agresivo se dirigió a sus compañeras de la Cámara, insinuando que estaban en sus puestos por una cuestión de cuota política de género, y sin medir consecuencias, con arrebato, dictó que en realidad sus maridos eran los que deberían estar ocupando la silla legislativa: “Es lo malo de cuando a las mujeres se les saca de su cocina para ocupar una curul (sic)”. ¡Así o más, en cuanto a falta de confianza o aversión por parte de un representante elegido por el pueblo!

Todo lo mencionado deja al descubierto que existe espacio abismal para que el discurso político alcance el ámbito social, laboral y familiar cuando de equidad de género hablamos; ni qué decir sobre el respeto entre semejantes -estés donde estés-, que todos nos merecemos. En mismo orden de ideas, revisé algunas cifras duras sobre la mujer en el ambiente laboral, con base en último análisis realizado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a la cual pertenece nuestro país.

Entre los principales resultados para México destaca que la tasa de desocupación continuó disminuyendo, pero muy ligeramente, pasando de 3.5% en 2017 a 3.3% en 2018 (en el tercer trimestre en cada año). La tasa de participación de los hombres disminuyó ligeramente (de 77.6% en 2017 a 77.4% en 2018), pero aún sigue estando muy por encima de la tasa de participación de las mujeres. El salario promedio real de las mujeres representa el 82.4% del salario promedio real de los hombres. La OIT se ha propuesto promover la igualdad de oportunidades para que las mujeres y los hombres accedan a un trabajo decente, esto es, un trabajo bien remunerado, productivo y realizado en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana.

En fin, mientras por un lado se pugna por el respeto, equidad y dignidad de la mujer, que allende lo laboral, alcanza la salud como en el caso de la lucha por la detección oportuna del cáncer de mama, por el otro, seguiremos viendo escenarios con actores de doble cara, con grandes lagunas amnésicas, donde se olvidan los dichos y luego ellos mismos intentan traducir lo que expresó su lengua viperina, carente de valores y patológicamente frustrada ante el odio irreverente e insano contra la mujer.

Esperemos que exista un real cambio y pasemos de la verborrea a la acción. Aun tengamos cuidado, porque funcionarios y legisladores vemos, misoginia no sabemos.

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