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Recientemente, en amena charla con algunos compañeros, nos cuestionábamos sobre cómo diseñar la llave mágica que nos permita a todos entender que para triunfar en cualquier proyecto que desarrollemos necesitamos del trabajo conjunto y armonioso. Nadie más importante que el otro, ya que cada uno domina y perfecciona su actuar, según perfil particular. La plática fue motivada cuando escuchábamos atentos a quien, a sus cuarenta y cinco años, se había convertido en empresario exitoso partiendo de la nada. Abundando, enfatizó que cuando recién llegó a una gran empresa del país encontró grandes contrastes.

El grupo, embelesado con su relatoría, destacaba que, aunque todos trabajaban por una sola razón de ser y existir, se notaban francos matices en su dinámica. Con cara adusta relataba que no en pocas ocasiones se topó con gente que “hacía como que trabajaba”, mientras otros, con frente aperlada y sacando fuerzas de su madurez, profesionalismo y compromiso, dejaban la vida con tal de servir. En el mismo orden de ideas, percibió espacios inexplicablemente lujosos, con irrisoria productividad, mientras del otro lado del pasillo, aunque con modesta y deficiente infraestructura, la actitud de su personal la engrandecían, sin importar limitaciones, llegando a concluir que su gente era lo que hacía la diferencia, allende los dineros y prejuicios.

Este escenario lleno de contrastes en una misma superficie, y centrándonos en aquellos que se crecen a la adversidad, con claridad nos muestra que el comportamiento humano es un terreno inmenso de estudio, en donde la voluntad se puede definir como la capacitad que tiene toda persona para realizar cosas de manera espontánea y consciente, superando inconvenientes, dificultades, acciones y actitudes negativas, inclusive muchas veces en contra de su particular estado de ánimo.

Resulta evidente la falta de voluntad en el trabajo, cuando intencionalmente retrasamos alguna tarea importante para la organización y de acuerdo con conveniencia priorizamos lo menos complicado, en lugar de realizar las que tienen carácter de urgencia o son más relevantes. Inclusive “lloran su miseria”, pero de vergüenza.

Cual “Pípila”, los no unguidos y muchas veces ninguneados se lucen incansables remontando marcador si de insumos hablamos, brillando por su templanza, fuerza y sencillez que empequeñece al soberbio. Resulta excelso trabajar y convivir con quienes solo buscan servir, con sencillez y sensatez oportuna, allende nuestro agrado, paliando la irritable burocracia del hermano incómodo.

Después de escuchar la relatoria-comentario, más de alguno de los lectores realizará analogías. Ahora, en estas épocas de contingencia, vemos emerger lo mejor y lo peor de muchos. Ensalzo y me pogo de pie ante los valientes de la trinchera que hoy están, sin “peloteos”, enfrentando la tempestad.

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