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Estamos atravesando la Semana Mayor, y en este 2020 se nos presenta un escenario privilegiado, cuando del rescate de valores se trata. Tendremos una Semana Santa muy diferente de la que ya nos estábamos acostumbrando. Las salidas, paseos y desenfrenos quedarán por hoy en el baúl de los recuerdos. Es buen tiempo para la reflexión familiar con análisis concienzudo. Me permito matizar con pinceladas mi introducción.

El desarrollo comunitario cristiano ha visto disminuir en gran medida la devoción y el sentimiento de estas fechas marcadas desde muchos años atrás como tiempo para el replanteamiento de la formación espiritual. La gente mantiene el rito religioso como algo externo, creyendo que tener el ramo de palma en la puerta o debajo del colchón para que nos dé buena suerte sea para algunos suficiente para mantener una buena espiritualidad.

La enseñanza del Vía Crucis se establece en el perdón, entrega y compromiso de Cristo con sus semejantes, con la responsabilidad de encontrar siempre la humildad ante la adversidad. La resurrección a una nueva etapa del espíritu, después de entregar su vida para salvar la nuestra, permitirá hacer analogías con quienes hoy se la rifan en las trincheras médicas de todo el mundo.

Los cambios sociológicos que han marcado a las distintas generaciones se diluirán en estos días santos, me refiero a las generaciones que hemos denominado con epítetos o letras, según el año en que nacimos (BB, X, Milenials, Centenials), en fin. Si a lo anterior le sumamos los modelos y estereotipos que la mercadotecnia trata de vendernos, la decadencia es la constante. Esta disciplina (mercadotecnia) vive manipulando al consumidor y por ejemplo ha transformado la belleza ancestral que privilegiaba el modelo de familia, enmarcada por encantos naturales, que ensalzaba la convivencia y que se fue distorsionando hasta encontrarnos con los actuales espacios comerciales que te incitan a la bebida sin límite, y al género se le presenta como un producto muchas veces devaluado y desligado de los principios básicos del colectivo racional.

Si bien el análisis pudiera mostrarnos tan solo una cara del prisma, y pudiera pensarse que como ciudadano me olvido de que estos días son fuente de ingresos extra que alimenta a cientos de familias de estos rincones paradisíacos (playas y destinos turísticos), no hay nada más lejano a la realidad. De ninguna manera soy quien para erigirme como moralista, y mucho menos intento mostrar un escenario de perversión y ausencia de principios. Solo apelo a esa tan anhelada conjunción de matices, ideas, creencias, tendencias y edades, que puedan lograr alcanzar el sano equilibrio dentro de un marco de respeto individual, pero con el objetivo común de preservar nuestras raíces e inclinaciones religiosas. Ahora es cuando, juntos realicemos la oportunidad de reinventarnos allende la adversidad.

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