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Pasan los años y sin darte cuenta llegas a la tercera edad, y lo que deseas es tener salud, una vida activa con menos sobresaltos y rodeado de ese calor de hogar al que durante años tan solo migajas brindabas con tu corta presencia. Ese entorno cual refugio pasajero, cuyo interior vio pasar los años de escuela, logros y sinsabores de los hijos, quienes crecieron, partieron y ahora tan solo recuerdos dejan. Tarde entiendes el sentido de la vida y qué es lo realmente importante. “Nadie aprende en pellejo ajeno”.

La metamorfosis cobra conciencia al encontrarte en la recta final de tu existencia, y en la soledad, ansiosamente buscas el otrora contacto familiar evadido, y la ansiedad con matices nostálgicos se hace presente, enfrentando resultados negativos, cuando de revertir lo que con tus actos construiste. Ahora -seis décadas después-, intentas desafiar la realidad y te ves en aquel espejo, cuando tus seres queridos apenas hablan. Los argumentos serán los mismos: “Las múltiples actividades les impiden visitarte”, y te aferras a destellos de cariño, cosechando lo sembrado en el ayer. Anhelas la convivencia que se esfumó en la época de tus padres y abuelos y cual nebulosa se pierde en la historia, dejando recuerdos que acarician y duelen. Pero no siempre es así, amable lector, y les hablaré de la otra cara de la moneda.

El día de ayer, atendiendo a alguno de mis pacientes de la tercera edad, lo encontraba con zozobra, angustia, ansiedad, cansancio y variaciones en la frecuencia cardiaca y presión arterial, situación que me llamó la atención, y ante pregunta expresa me comentó: “Es que mis dos hijas (una con 4 hijos y la otra con tres) están nuevamente embarazadas, y tenemos que ayudarles en sus quehaceres y dentro de lo que económicamente podemos, toda vez que no les alcanza con los sueldos de la pareja masculina para enfrentar los vaivenes del mundo económico en que estamos. Tenemos que ayudarlas a cuidar a los nietos, pero físicamente ya lo resentimos”.

Como podrán ver, he mostrado los dos grandes extremos de los escenarios familiares de muchos adultos mayores, quienes, por un lado, buscan la tranquilidad pero en el interior lamentan “su soledad”. Existen otros que aún siguen dentro del rol activo de la familia que los cobija, pero se sienten atrapados en la vorágine mundana actual, que en su momento ellos enfrentaron y donde tuvieron que salir adelante, y quisieran su espacio íntimo para convivir con la pareja.

Luego entonces las facetas, según la vida de cada uno, son distintas, encontrando los claroscuros o matices en el seno de esa pareja, tronco de una progenie. Usted puede reservarse su comentario personal. Dejo a la reflexión mi comentario en esta ocasión, allende los problemas de salud. ¿A propósito ya realizaste alguna videollamada a tu mamá, papá, hermano, abuelo, tío? Diles cuánto los quieres, para luego es tarde.

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