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¡Cada día siento que mi centro de trabajo es más agobiante¡, me comentaba un amigo de la infancia el domingo pasado. De inmediato le pregunté que si el exceso era el motivo y, para mi sorpresa, con la cabeza lo negó y me precisó que se refería al entorno enrarecido durante su proceder laboral.

Estoy seguro de que muchos lectores se identifican con el pasaje dictado. Mas allá del número de horas y actividades que se multiplican día tras día, lo que más desgasta, agobia, destruye y deteriora el ánimo y las fuerzas del ser humano son las envidias, el acoso, la soberbia y la falta de solidaridad entre semejantes. O sea, lo de suma de fuerzas es letra muerta para algunos trabajadores cuando de cualquier empresa hablamos.

Con lo anterior hago referencia a quienes, en cuanto pueden, te ponen trabas y promueven hacer menos. Son a los que nunca les falta el pretexto y evitan el trabajo asignado o se dedican y viven instigando y hostigando -cual “carroñero” sobre su presa- a quien con su buen actuar intenta dignificar su ser. Como me recuerdan estos “pusilánimes” la locución latina Homo homini lupus, que quiere decir: “El hombre es el lobo del hombre”. Se cita con frecuencia cuando se hace referencia a los horrores de los que es capaz la humanidad para consigo misma.

Esta locución fue creada por el comediógrafo latino Plauto (254-184 aC) en su obra “Asinaria”. Fue popularizada por Thomas Hobbes, filósofo inglés del siglo XVII, quien la adaptó en su obra Leviatán. Se puede interpretar que, en su escrito, Hobbes da por básico el egoísmo en el comportamiento humano, aunque la sociedad intenta corregir tal comportamiento favoreciendo la convivencia.

Somos la especie más peligrosa del mundo no porque tengamos los dientes más grandes, las garras más afiladas, los aguijones más venenosos o la piel más gruesa, sino porque sabemos cómo proveernos de instrumentos y armas mortíferas que cumplen la función de dientes, garras, aguijones y piel, tanto o más eficaces. Muchas actividades humanas constituyen un peligro y un horror para sus propios congéneres, algunas de las que pueden considerarse como tales son: la violencia verbal, el acoso disfrazado (con cámara de celular en mano), la falta de respeto a las pertenencias ajenas, la rebeldía a cumplir con lo normado, fingiendo “demencia”, entre muchos.

Claro, lo comentado es pan de cada día y no sólo parte de algún pasaje en histórico archivo. ¡Quiénes, dónde¡ e ipso facto contesto: nada de nombres o referencias, porque dejaríamos de ser la diferencia. Recuerda que los momentos turbulentos son tierra fértil para sembrar inestabilidad. Te invito a sembrar concordia, apoyo y paciencia; éstos soportan la pátina del tiempo.

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